Nos han enseñado a pensar más y sentir menos, como si el sentir tuviera una connotación negativa: “no llores”, “no exageres”, “no seas vulnerable”. Pero hoy sabemos que nuestras emociones tienen un impacto en todo lo que hacemos, principalmente en nuestra motivación, relaciones, salud, comunicación y sobre todo toma de decisiones. Como bien lo menciona, la filósofa Martha Nussbaum en su libro La dictadura del miedo.
Entre más reconozcamos el papel de las emociones en nuestra vida privada y pública, más descubrimos sobre nosotros, el otro y nuestro actuar como comunidad. El miedo generalmente nos controla, no solo a las personas, sino a gobiernos enteros, lo que provoca actitudes de no apertura hacia el otro, a desconfiar y asegurar que hay un peligro. Pensemos en Trump, que propició el miedo durante su campaña y gestión, provocando un sentimiento de indefención. Por lo que había que buscar protección y cuidado que solo lo podía ofrecer un gobernante fuerte.
Las emociones impactan tanto que pueden desestabilizar una comunidad o promover la colaboración, pueden crear nuevas formas de convivencia o incluso cambiar el rumbo de una sociedad.
Según la Universidad de Columbia, cada dólar invertido en educación emocional en la niñez tiene un ahorro de 11 dólares en la prevención de temas relacionado a la violencia, uso de drogas y salud mental en la adolescencia. Y por otra parte en Foro Económico Mundial declara a la inteligencia emocional como una de los 10 habilidades necesarias para enfrentar el futuro del trabajo.
La inteligencia emocional la podemos definir como la habilidad de reconocer cómo tú y los demás a tu alrededor se sienten, y el poder usar dichas emociones con un propósito. Con esto pienso cómo sería nuestra ciudad si en vez de sentir miedo ante las crisis o cambios reforzáramos la confianza. Nos expondríamos al otro con mayor facilidad creando puentes para crear proyectos comunes. Estaríamos más abiertos al cambio y a buscar nuevas soluciones. La cooperación sería la norma y la reciprocidad lo esperado. Si hay confianza habría esperanza, y si hay esperanza, hay futuro.