Vengo de visitar la Comarca Lagunera y es innegable reconocer que cuando llegas a una ciudad que no es la tuya analizas todo con mayor detenimiento, con curiosidad casi infantil. En mi caso, observo la calidad de la calle, la limpieza, la planeación urbana, la oferta gastronómica y cultural, al final lo que te da el ADN de la ciudad. De ahí suelo ponerle una calificación: me encantó, me gusto o no regresaría.
Definitivamente el espacio público dice mucho de la ciudad y su gente. El nivel de desarrollo, costumbres y en qué invierten sus gobiernos. Y cuando hablamos de espacio público, por excelencia, quien lleva el protagonismo es la calle. Ese lugar donde todos son iguales, donde todos disfrutan sin importar su origen o el tamaño de su cartera. Donde se vive la lucha constante entre lo público y lo privado. Entre mi derecho o el de todos. Donde hay interés de los desarrolladores, gobierno y del ciudadano de a pie.
El qué tan verde o sombreada esté una calle, te da calidad de vida. Qué tan alumbrada está, te da seguridad. Qué tanto puedo convivir en ella, te da sentido de pertenencia. Lo bella o atractiva que es, te hace sentir orgullo por tu ciudad. “Si puedes cambiar la calle, puedes cambiar el mundo”, nos dice Janette Sadik, urbanista famosa por la transformación
que hizo en Nueva York.
La calle es uno de los más valiosos recursos que tienen las ciudades y se puede rehacer fácilmente para tener beneficios inmediatos para todos; ricos y pobres, habitantes, visitantes, niños o adultos. Pensar en la efectividad de una calle, midiendo el tráfico o cuánto se tarda un auto en llegar, si vas de un punto A hacia un punto B, es reducirla a lo más básico. En cambio, la calle es un elemento de transformación cultural que te produce bienestar instantáneo.
Invertir en la calle es bueno para los negocios, autos y personas; entre más gente hay, las ventas se incrementan y el tráfico se vuelve más fluido. Esto no es una hipótesis, ya lo hemos visto con datos en ciudades como CdMx o Nueva York. La lucha por la calle, como muchos urbanistas la nombran, no es blanco o negro; uno gana, otro pierde. Ganan todos, ganamos todos.
Valeria Guerra