Cultura

“No me interesa la fotografía sino la vida”

  • Vesperal
  • “No me interesa la fotografía sino la vida”
  • Tomás de Híjar Ornelas

Esta frase tan lacónica, acuñada por el progenitor del fotorreportaje, Henri Cartier-Bresson, sólo podría suavizarla otra de él mismo: “fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”. Y bien, eso alcanzó en grado supremo algo menos de 40 años José Hernández-Claire, un tapatío enorme que nos dejó el 18 de septiembre del 2021, el mismo día que se apagó la luz de otro maestro del lente, fílmico en su caso, pero con no menos sentido social que nuestro coterráneo, el santanderino Mario Camus.

José Hernández-Claire (su nombre de pila, José Guadalupe, lo contrajo a cambio de fusionar el de sus progenitores) nació en Guadalajara en 1949; se tituló de arquitecto por la Universidad de Guadalajara (1976) y obtuvo la maestría en Diseño Urbano por el Pratt Institute de Nueva York (1980). Empero, su estancia larga en esa metrópoli, de 1978 a 1982, le indujo consagrarse a la fotografía al lado de mentores de la talla de Philip Perkis, Arthur Freed y Paul McDonough, aunque serán Manuel Álvarez Bravo y André Kertész quienes mejor le insuflen eso que a partir de 1983 y hasta hace pocas horas fue para él su oficio, su pasión y su método para compartirnos el torrente de las emociones que caldearon su espíritu ante los hechos más calamitosos.

En efecto, cronista involuntario de tragedias humanas y humanitarias tan densas como la herida causada a la capital de Jalisco por las evitables explosiones del 22 de abril de 1992 o del éxodo de migrantes en ruta a los Estados Unidos que a diario exponen su vida e integridad en la frontera sureste de México –en estos mismos instantes un polvorín o un absceso maligno a punto de estallar–, la calidad de su trabajo fue reconocido en el mundo con estímulos y becas para perfeccionar su talento.

Dan fe de ello exposiciones individuales y colectivas, más de cien, tan importantes como ‘Éxodo: el rostro de la migración en México’ (2008), ‘Frontera vigilada” (sobre la migración ilegal en Texas, 2010); “Fe, Ritos y Tradiciones en Jalisco” (2014); también, lo que fue seleccionado para iluminar libros o elegido para integrarse a colecciones especializadas en los más diversos lugares, dentro y fuera de México.

A quienes tuvimos el privilegio de coincidir con él su partida nos priva de un ser humano de una índole cada día más rara si no es que en extinción: noble, transparente, con una dosis absoluta de sentido social y de una fe tan acendrada y muy próxima a eso que desde la herencia amerindia sigue ardiendo, incluso en la oscuridad que ahora nos echa el último capítulo –esperemos que sí– de la voracidad materialista en su versión más sanguinaria y voraz.

Nos deja este enorme cronista de los excluidos un legado inmenso pero también un deber: a los depositarios de su obra, ordenar, clasificar y catalogar una producción copiosísima no menos que procurar su mejor resguardo; a las instituciones culturales, gestionar el uso y difusión de imágenes registradas por un espíritu que cabalgó entre dos siglos y eras con sobrada gallardía y prestancia y no sin antes agotar una vida plena a más no poder. Y a todos, el impulso que teniendo a la vista sus imágenes, podamos recibir para no mostrarnos ajenos o fríos antes dramas que también son nuestros no menos que sus soluciones.

Tomás de Híjar Ornelas

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