En la conferencia de prensa que el equipo de gimnasia de Estados Unidos ofreció tras su serie de éxitos olímpicos, Simone Biles dijo algo que debería ser la primera lección de periodismo para cualquiera que se quiera dedicar a esto. “Deben dejar de preguntarle a una medallista olímpica qué va a hacer después y dejarnos gozar el momento”.
Tiene toda la razón. Tener acceso a ellas, en ese preciso momento, daba para escribir historias épicas de resiliencia, éxito y muchas cosas más. Pero no: vamos a lo que sigue ni siquiera regalándoles el respiro. Me parece particularmente ofensivo para una mujer como Simone, que ha tenido una serie de experiencias fuertísimas, para lograr precisamente este momento. ¿En serio? Están en el mismo lugar que ella. ¿No quieren preguntar de eso?
También me llamó mucho la atención cómo es que esa nota fue cubierta, y los comentarios en redes sociales solían ser tan ramplones como: “Ya se le subió” (¿si no a ella, a quién?) y, peor aún: “Los reporteros están solo haciendo su trabajo”.
No. Gracias, pero no gracias. No nos ayuden compadres, el trabajo de los reporteros es hacer preguntas buenas. No las más obvias y flojas de todas. Sobre todo ante la grandeza. Porque esa pregunta se le repite una y otra vez, todos los días a deportistas, actores y escritores, sin detenerse a hablar de lo que se está viviendo en ese momento.
Hay muchos casos de la prensa haciendo cosas grandiosas en estos Juegos Olímpicos. Pero la anterior y los titulares de ayer que hacían creer que un restaurante de lujo despreció a Serena Williams y a sus hijos por motivos oscuros en París, cuando en realidad es que estaban reservados para la noche y no hicieron una distinción entre la fama y sus demás clientes.
El racismo implícito en esos titulares es la verdadera ofensa, no los hechos que la nota quería describir.