Cuando se hace una producción audiovisual de algún texto importante resulta interesante ver qué formato usarán: ¿serie o película? Dos ejemplos muy interesantes y de calidad extraordinaria son Shogun en Disney y El problema de los tres cuerpos en Netflix. Si bien Shogun fue una miniserie que todo mundo (en su momento) vio en televisión abierta en los 80, esta nueva entrega e interpretación de la novela de James Clavell es una joya a la que no se le está haciendo el homenaje y ruido que merece por parte de los críticos y el público. Y en cuanto a Los tres cuerpos, los libros ya habían sido adaptados para una serie china y ahora con su nueva versión en Netflix hay que decir que vale la pena extenderse en la ciencia y aún más en el desarrollo de la historia que cubre eras y sistemas galácticos completos.
Dune al fin tuvo grandes entregas cinematográficas por parte de Denis Villeneuve, pero no hay garantías que siga la saga, porque muchos consideran que el siguiente libro de la serie no es tan bueno como los primeros dos, y el mismo director declaró que si no puede hacer algo que supere las primeras dos ahí lo deja. Star Wars puede hacer felices a muchos fans con tantas versiones de sí misma y ni hablemos del universo Marvel. Pero vale la pena preguntarnos algo: ¿si originalmente hubiesen sido una serie (adaptada de los comics, por supuesto) hubieran tenido el mismo impacto?
Ya vimos como Game of Thrones traicionó las expectativas de tantos fans a falta de un último libro. Vale la pena preguntarnos si las películas aún tienen el poder de hacer algo más emblemático y duradero o si eso es producto de su tiempo y del hecho de que no había tantos grandes contenidos. Por cierto, ¿listos para la serie de Legalmente rubia? Siento que Cindy la regia se adelantó a dar ese salto.