Aunque deportivamente vimos proezas espectaculares en los Juegos Olímpicos de París, el recuento de la información más compartida y replicada no tiene que ver con esto. Y es verdad, los atletas de élite siempre han tenido que encontrar el balance entre su entrenamiento y concentración con un proyecto para vivir de su deporte y aun más, tras su retiro. ¿Por qué nos sorprendemos si algunos atletas tienen contratos de exclusividad o muestran las marcas descaradamente después de sus éxitos e incluso fracasos? Se lo ganaron más que cualquier otro personaje que sea lo que llaman Internet Famous, o “famosos en Internet”.
Mi caso favorito es el del velocista y campeón de los 100 metros planos, Noah Lyles, porque no solo es uno de los humanos más rápidos de todos los tiempos, sino que es un show, un huracán y una polémica hecha atleta. Sí, ganó una decepcionante medalla de bronce en su mejor prueba, los 200 metros planos, y sí, aseguró que lo hizo con covid a pesar de que sufre de asma. Además, entiendo que su equipo lo quiera matar por cómo manejo las cosas, arruinando la posibilidad de que Estados Unidos se llevara la medalla, cualquier medalla, en los relevos de 4X100. ¿Pero saben qué? La gente volvió a poner los ojos en la pista, y aunque todo mundo tenga opiniones distinas al respecto, me quedo con la de mi ex velocista consentido de todos los tiempos, Carl Lewis, quien lo apoyó y agradeció la visibilidad que sus brincos, piruetas y sí, soberbia, le regresó al deporte.
Hablaremos ya de lo que ha pasado con otros atletas como Jordan Chiles, a quien le arrebataron su medalla de bronce en gimnasia, de la boxeadora Imane Khelif, quien ya metió una querella contra las agresiones que vivió por acabar como tema de una querella ideológica ajena a su identidad de género. Solo me quedo con las historias detrás de las medallas y con los ojos puestos en el futuro.