¿Cómo se la pasaron estos días con los memes de la reina Camilla? ¿Con los chismes de que si William ya está siguiendo los malos pasos de su padre? ¿Con el hecho de que Harry entró a la procesión como el pariente pobre de la fiesta? En lo personal me llama mucho la atención los giros históricos que hemos vivido para llegar hasta acá. Y no soy inmune a los chismes, sobre todo a partir de que me capturó Netflix por completo con The Crown.
Pero, hablando de Netflix, amigos, debo confesar que me atrapó con su otra coronación que acaba de estrenar, para coincidir con la del buen Carlos. La reina Charlotte. Como bien dice la showrunner, Shonda Rhimes: “Son personajes que existieron, pero cualquier desvío histórico es felizmente intencionado”. Y sí, la historia del rey George III, su locura y cómo afectó al imperio es bien sabida. Pero si en el musical Hamilton este rey es el único caucásico y también el chiste recurrente, tanto en Bridgerton y en la precuela Queen Charlotte, la historia una vez más es cambiada para dar un mensaje muy a tono con las sensibilidades de estos días.
Es una especie de ¿y qué hubiera pasado sí…? Y es que así como en Hamilton los afrodescendientes tienen un lugar que nunca ocuparon (pregúntenle a Megan Markle). Lo que hace Shonda es crear un divertido melodrama, donde nos cuenta una historia alterada, para enseñarnos cómo una decisión de inclusión, aunque fuese por conveniencia, se hubiese hecho hace más de 200 años, las cosas serían absolutamente distintas. Queen Charlotte es más que una telenovela. Como The Crown. Como la coronación de Carlos y Camilla, que rompe, ¿o cimenta? El “vivieron felices para siempre”.