Jennifer Aniston, como la mayoría de actores en estos días posthuelga, está dando entrevistas en una situación distinta a la habitual. Lo que promueve ya salió al aire y la gente tiene opiniones formadas al respecto.
Fue sorprendente no verla nominada por The Morning Show; y eso no detuvo las preguntas, sobre todo sobre las escenas (spoiler alert si no la han visto) apasionadas con el empresario espacial multimillonario interpretado por John Ham.
Cuando se le ofreció un “coordinador de intimidad”, figura que se ha impulsado desde el movimiento MeToo, ella dijo que eran adultos profesionales y que navegarían cualquier incomodidad en esas escenas.
Todo bien, ¿no? ¡NO! Las multitudes apuntaron que si ella no lo necesitaba, bueno, pero que era una labor para apoyar a quienes no tenían tanto poder y experiencia. Que el programa, habiendo sido tan crítico con la inacción de otras mujeres respecto a depredadores, debería exigirlo. Que era poco solidario.
¿En serio? No le veo el problema. No está poniendo en peligro la existencia del apoyo. Simplemente, con la confianza que le tiene a John y los años de experiencia, no lo necesita. Es además productora del programa en cuestión, no es un juego de poder.
Nada nos tiene contentos. Cuando una mujer demuestra que ha logrado navegar esos mares tan difíciles, se le exige que no lo haga público y coopere. ¿Cómo vamos a saber que hemos logrado algo con nuestro esfuerzo, si nos negamos a ver las historias de éxito? Y como esto, tantas cosas iguales. Como les he dicho, más conversaciones, menos “cancelaciones”.
