Emma Watson me parece una de las mujeres más ejemplares que tenemos en el mundo de las artes pop. Yo no sé a qué hora pasó que creció y se tornó en una de las voces más importantes para los derechos de las mujeres en el mundo, pero ocurrió, y sigue ocurriendo. Todo mientras promueve La bella y la bestia, una historia que trata de apreciar lo hermoso que somos como seres humanos y no las apariencias.
Por muchos años las mujeres, sobre todo aquellas en la mirada pública, temían mucho usar la palabra feminista. Las asesoraban en contra de ello asegurando que con hacerlo ahuyentarían a gran parte de su público masculino. La palabra estaba relacionada, después de su absoluto surgimiento inicial en una batalla por igualdad, con el desprecio al hombre, con una guerra, con una pelea contra nuestra propia feminidad. ¿Quién querría eso en su casa? ¿En la pantalla de su película? “No, chicas, mejor no se digan feministas, no vale la pena”, eran aconsejadas.
Muy cómodo, por supuesto, porque esa generación ya gozaba de muchos de los logros de la primera que literalmente se rompió en pedazos por conseguir el derecho a votar, a determinar qué hacer o no con sus propios cuerpos (no en todos lados se ha ganado esa), por no ser básicamente seres dependientes ante los ojos de la ley y la sociedad, de su marido. Por valer simplemente por ser la señora de y no ellas mismas.
Pero claro, de pronto nos damos cuenta de que esta no es un, y no quiero usar muy a propósito el término batalla, tema resuelto. Por supuesto que las mujeres seguimos ganando menos por hacer el mismo trabajo, tenemos muchísimos menos puestos públicos, seguimos siendo víctimas de la violencia de manera desmedida y, en lo que se refiere al tema que nos regresa a Emma Watson, vivimos sujetas a ciertas reglas que dictaminen “quiénes somos” y a partir de ahí “lo que valemos” y “lo que podemos hacer” según los demás.
Emma Watson es una extraordinaria, inteligente y hermosa activista, ella decidió que una cosa no tiene por qué estar peleada con otra. Hizo una serie de fotos para la revista Vanity Fair, donde se distinguen sus atributos femeninos de una manera francamente fina y, sin duda, muy sexy.
Sin embargo, ha recibido un bombardeo de críticas diciendo que esto nulifica todo su trabajo que ha hecho por la equidad de género. Por sus campañas para He for She, donde invita a los hombres a hablar a favor de los derechos femeninos.
Y esta es la parte que ni ella ni una servidora entendemos a estas alturas. “¿Por qué debemos dejar de sentirnos bien con nuestro cuerpo, con nuestra femineidad y sensualidad como para seguir siendo activistas por los derechos parejos?
La vimos crecer, y convertirse en una mujer brillante y comprometida ante el ojo público que estaba enamorado de la manera en la que interpretó Hermione, en Harry Potter.
La vimos hacer su carrera académica en las universidades de Oxford y Brown, a pesar de la presión de la fama que llamaba cual musa. La hemos visto hacer extraordinarios discursos en pro de los derechos humanos y de la mujer. ¿De verdad necesitamos que tape por completo su cuerpo, el cual le pertenece por completo, para no perder todas esas solidas y maravillosas cosas que la distinguen? ¿Van a dejar de respetar sus ideas porque se muestra sensual? ¿Y son mujeres las que se quejan, principalmente? Con razón tantas piensan que es una cosa por otra, y se quedan con la cosa de menor importancia.
¿En serio?
¿Si todos reportamos la cuenta de Twitter de Donald Trump como ofensiva, no se podría cumplir la muy bien fundamentada petición del creador de House of Cards solicitando que la cierre la compañía? Aunque pensándolo bien, ¿no es mejor saber lo que pasa por esa extraña cabeza que vive debajo de su aun más extraña cabellera?
Twitter: @SusanaMoscatel
