Es difícil encontrar a alguien que no opine sobre Taylor Swift. Hay incontables cuentas en redes y opinadores profesionales que se salen de su camino para dejar claro lo indiferentes que son respecto a la cantante y compositora en distintos espacios. Eso es todo menos indiferencia.
Analicemos qué ocurre, ya sea sobredosis de información o un fandom extremo: Taylor Swift está recibiendo el consejo de que debería guardarse un rato en cuanto acabe esta gira y promoción del nuevo álbum, y no estoy en desacuerdo.
Ha sido imposible ignorar el fenómeno, y admirar los grandes logros y talento que tiene esta mujer. La sociedad de los poetas torturados me gusta mucho, pero no por eso necesito saber quién es su ex, su pleito con Kim Kardashian o qué tan toxica había sido su relación antes de Travis Kelce.
La verdad es que para alguien que no es swiftie, como yo, ha sido un gusto descubrir la comunidad y experiencia colectiva que ella genera. Y me gustan sus letras. Sin embargo, ya que me puse a escuchar su discografía nuevamente y casi en loop desde hace unos meses, y creo que algo hay de cierto en la idea de que lo que venga debe ser una evolución en su sonido. ¿Trabajar con nuevos productores?
Y como le deseo mucha felicidad en su actual relación —que todos hemos vivido con ellos—, espero que lo que venga tenga que ver con poesía de temas que no estén relacionados con traición, toxicidad o similares. Si alguien puede es ella, pero a veces hay que esperar un rato para realmente vivir en una nueva era.