Hemos perdido demasiadas letras, tiempo y espacios cada vez que apuntamos a alguna declaración publicada en la red social diciendo, “X, antes conocido como Twitter”. Hay un una versión más extrema de esto: las personas que dicen “Para mí siempre será Twitter y así le diré”, como en una gran defensa de nuestros usos y costumbres digitales.
Y eso es solo con el nombre. Lo cierto es que la experiencia de… X es completamente distinta a lo que era antes en Twitter. Quizá si solo el nombre hubiese cambiado no estaríamos tan reticentes a aceptar que Elon Musk cambió todo por sus billetes.
No me queda la menor duda de que el algoritmo es una parte importante de esta protesta. Sobre todo para quienes nos damos cuenta de cuánto veneno estamos consumiendo con los nuevos algoritmos y lo que eso nos está provocando.
En lo personal no sé si estar preocupada por el nivel de desinformación con el que los usuarios triunfan estos días en todas las materias, o si es mi culpa por dar un par de clicks de más dejándole a la compañía de Musk conocer mis debilidades al respecto. Y eso que me he hecho el propósito, no siempre lo logro pero voy mejor, de no interactuar con el enojo o el odio. Por mi salud mental. Sin embargo, solo con leer uno aparecen decenas más de mensajes del tipo y ahora X me tiene ocupada en decidir cómo engañar a su algoritmo para que deje de ocurrir.
Si piensan que esa es una gran pérdida de tiempo, que mejor no lo vea y ya, estoy completamente de acuerdo, pero en un ejercicio de honestidad no veo que eso vaya a pasar por ahora así que mi más mínima herramienta de resistencia, supongo, será seguir diciéndole Twitter a X este 2024.