El viernes, cuando al fin me disponía a desconectarme del mundo por unos cuantos días, mi teléfono se encendió con más mensajes de los que cualquier persona, que solo deseaba dormir, hubiera querido. “El fin de una era”, me escribió un amigo, y procedió a dejarme un mensaje de voz, con estampa de pódcast, sobre lo devastado que estaba por el anuncio de que El fantasma de la ópera, después de 35 años bajaría el telón en 2023 en el Magestic Theatre de Broadway.
Sí, lo escucharon bien. 35 años. Pero la puesta en escena no puede ya sostener los costos de correr seis veces a la semana (menos lo lograría con menos funciones) debido a que su “público natural” no regresó al teatro después de la pandemia. Lo cierto es que este “público natural” se divide en dos: turistas y amantes constantes del teatro de la tercera edad. Vienen muchas obras nuevas, pero queda muy poco de los clásicos de aquella época de los 80 cuando Andrew Lloyd Webber y Cameron Macintosh revivieron el teatro musical.
Nos hemos concentrado en lo que pasará con las pantallas grandes y como gremio, pero quizá no lo suficiente en el público de teatro. Y necesito decir esto: quienes hacen teatro no han hecho más que dejar todo lo que son y tienen en la línea. Al final más de 14 amigos me habían escrito devastados porque ese candil caerá por última vez pronto, pero, por otro lado, yo solo puedo pensar en lo que sí se está haciendo, en casa, con nuestros productores y entonces solo decir: cada vez que se levanta un telón es resultado de todo el esfuerzo del mundo y varios milagros. Vayamos al teatro en México. Tal vez algún día cierre un musical que lleva tres décadas y media en nuestro país y sabremos que lo hemos logrado.
Susana MoscatelTwitter: @susana.moscatel