Política

Me acerco a las paredes para no caer

Ya no existe, operativos cerraron las cortinas de la Lonchería El Acapulco, en Tacubaya, ese olor del desinfectante mezclado con orines, tabaco, sudor, el piso pegosteoso con restos de alcohol y otros fluidos, aquellas puertas verdes chillantes, sillas blancas de plástico, manteles rojos de tela de mascota, la rockola a todo volumen que impedía hablar, porque a esos lugares se va a beber. Lo conocí, con el rostro marcado por el dolor, un traje desgastado color azul cielo. La cruda nos hermanó, empezamos a hablar porque necesitaba cambio para poner unas canciones, pedí mi cuarta cerveza, una para él, ignoro en cuál iba. Cuando aquel hombre se fue, no sé por qué sentí la necesidad de llorar, con la cabeza sobre la mesa y los brazos tratando de cubrirme, pude entender a los derrotados que se derrumban en sitios miserables, gloriosos, ante la mirada ajena que nunca juzga y se muestra comprensiva. En el pasado la cerveza barata era mi gasolina, mientras bebo una Blue Moon y hablo con él, recuerdo ese día en el que un hombre me enseñó que la derrota es un vaso de cerveza tibia.

—¿Cuándo sabes que las palabras se dicen por enojo o porque son reales?

—En un impulso podemos decir algo que no sentimos.

—¿No será que el enojo nos empuja a pronunciar lo que permanece oculto, es decir, lo que realmente sentimos?

—¿De verdad crees que enojarse o hacer berrinche es comunicar algo?

—No lo sé, por eso te pregunto, pareces saber mucho acerca de evitar dañar a alguien.

—Se acumulan sucesos sin importancia, estallamos ante estupideces, las personas gritan porque piensan que de esa forma serán escuchados, comprendidos. Deberíamos evitar hablar cuando ni siquiera entendemos lo que realmente nos molesta.

—¿Qué sugieres?

—El silencio, no lanzar el primer pensamiento destructivo que se nos cruza porque eso no es comunicarse, es vómito, no sirve. No deberíamos permitirnos dañar a nadie deliberadamente.

Pienso en tus palabras mientras me tomo otro trago de la Blue, has terminado la cerveza, tomas otra del refrigerador, una ligera holandesa. Sacas tu cuaderno, ahora dibujas con dos stabilo, uno azul y uno verde oscuro, luces ensimismado y poseído. No quiero interrumpirte, la primera regla ante un creador es: no estorbes; la segunda: no interrumpas. Un recuerdo se atraviesa entre la cerveza y el presente, había tomado mi bolsa aquella mañana, salí de aquel departamento del edificio Ermita entre gritos, antes de cerrar la puerta se atrevió a jalar mi bolsa, lo empujé y se fue de espaldas contra una mesa de cristal que tenía libros de pintura, podrán decir que soy una tipa violenta, yo puedo decir que si no me provocan soy incapaz de ejecutar cualquier acto que pueda lastimar a alguien. Sucede que a muchos hombres les gustan las mujeres mientras permanezcan calladas e incapaces de responder ante sus cuestionamientos, insultos sutiles, agresiones. Después de responder ante una agresión, somos “intensas, densas, locas e histéricas”, vaya, hombres estancados en teorías del siglo XIX. Entiendo la imposibilidad de algunas personas de creer que tenemos que quedarnos quietas cuando están a punto de aplastarnos. Fuiste un tipo menos, una serie de monumentales crudas por llegar, la decepción que siempre me invade al cerrar la puerta de alguien que jamás volveré a ver. Giré la llave que diste para abrir, después la tiré en la coladera más próxima. Caminé por avenida Revolución buscando una farmacia, el sol estaba alto, mi cabeza estallaba por aquella discusión que ni siquiera me atrevo a recordar. Me acerqué a una pared porque de pronto me sentí mareada e incapaz de avanzar.

Los autos me parecieron más lejanos, las personas más vacías, el olor a ciudad-gasolina se me metió en las entrañas. Como pude, caminé hasta el café Koowlan, no me atreví a entrar al Shanghai. El triángulo de Tacubaya, antes un terreno inhóspito, de acuerdo con los mapas, antes de 1952 esto fue más glorioso, el Viaducto y avenida Revolución le quitaron su amplitud. Comí con hambre, como si en ese plato de arroz chino se saldaran muchas deudas, al salir tuve ganas de beber, así fue como llegué una vez más a El Acapulco. Ese hombre tras pedirme monedas y darme un billete, puso una canción que me recordó los finales de cualquier fiesta sin importar si era punk, pop o familiar, He renunciado a ti, él trabajaba como el imitador de José José en todos los bares posibles de la ciudad. Me contó que su vida estaba rota porque era incapaz de dejar de beber y buscar amor con las mujeres que le pedían dinero por sentarse con él o acariciarlo.

—La última me robó todo, tuve que irme de ese cuarto, cada noche mientras trabajaba, entraba a llevarse algo, en algún momento solo quedó la cama, dos trajes en el clóset, le vi uno de mis trajes al tipo con el que me la encontré en El Gallo.

—¿Por qué te gustan las mujeres que te destruyen?

—Pregúntale al que acabas de dejar, seguro es por lo mismo.

—¿Cómo sabes?

—Tengo 62 años, dejas ver más de lo que crees.

—Ya que sabes tanto, ¿por qué bebes?

—Porque fui tormenta, ¿tú?

—Porque no soy nadie.

Canciones, monedas, lágrimas y ninguna certeza. Llueve, este barrio le hace honor a su nombre. Tú querías que empezaran las tormentas, mientras camino por avenida Revolución buscando lo que no existe ya, sé que nada puede mantener distanciadas a dos personas que se escucharon, puedes apartarme ahora, respeto tus motivos. Ha muerto el verano, el otoño recorre avenida Revolución, no voy a tocar tu timbre, te prometí no hacerlo nunca más. No voy a ceder ante mis pensamientos duros y ensombrecidos, no voy a condenarte al archivo muerto, porque cada palabra, cada conversación fue reveladora. Te esperaré en aquel lugar de pollo coreano cualquier viernes después de las 6. El Ermita habita en mi memoria revestido en su granito negro que lo mantiene intacto ante los golpes de una ciudad voraz, enferma. Tal vez el paraíso es una palabra jamás pronunciada, un andar desorbitado, ese papel que a alguien se le cayó del bolsillo. 


* Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)

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Susana Iglesias
  • Susana Iglesias
  • Escritora. Autora de la novela Señorita Vodka (Tusquets)
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