Andrés creció con el sueño de ser boxeador, un sueño que fue esfumándose ante las dificultades económicas de su familia, lo que fue moldeando su carácter.
El banco le quitó el patrimonio a su papá. Tal vez esa haya sido la principal razón para que en los albores de su carrera criminal, robara bancos como parte de la afamada banda encabezada por Ríos Galeana.
Luego, llegó a convertirse en uno de los secuestradores más buscados y peligrosos de México.
No solo pedía rescate por empresarios, sino incluso hasta por familiares de otros secuestradores, como fue el caso del sobrino de Daniel Arizmendi. Se caracterizaba por ser extremadamente violento y por matar policías cada que tenía la oportunidad.
Me tocó escucharlo de viva voz durante en una encomienda laboral. El hombre estaba convencido que tenía todos los argumentos para tomar de otras personas lo que a sus familiares habían arrancado los bancos. Encontró su justificación, su motivo, su venganza.
Ellos ricos, yo pobre. Ellos los adversarios, yo el pobre con argumentos.
Lo decía de manera tan clara, que por un segundo el cerebro de quienes lo escuchamos, pudimos encontrarle una razón justa, lo cual evidentemente es incorrecto.
Esta división y animadversión entre sectores sociales, conlleva un riesgo bien ejemplificado por este caso para la justificación personal y social del delito.
Tomo a la fuerza lo que por derecho propio no puedo conseguir… ellos los corruptos, yo el relegado… ellos los ladrones, yo el justiciero.
Porque después de todo, ladrón que roba ladrón, ¿tiene 100 años de perdón? Tal vez eso pensó Andrés Caletri “el italiano” cuando secuestró al sobrino de otro secuestrador.
En 2021, le sumaron otros once años de cárcel más a su condena relacionada a delincuencia organizada, secuestro y portación de armas ilegales.
Fue detenido dos veces. La primera se fugó.
Reaprehendido en Oaxaca, frente a cámaras ante las que no se censuró su identidad, sentenció “nos vemos en el infierno”.
Sophia Huett
