En diciembre de 2013, policías federales Antidrogas realizaron un operativo para detener a Gonzalo, importante y violento criminal del grupo delictivo de Sinaloa, en Puerto Peñasco, Sonora. Se ocultaba, ni más ni menos, que en una zona turística altamente visitada por turistas norteamericanos.
‘El Norte’, un integrante del Grupo de Operaciones Especiales, con perfil de investigación, originario de Monterrey, visto como un buen compañero, buen padre y alguien “acomedido”, según sus mandos, logró ingresar no solo al domicilio en donde se encontraba el criminal Gonzalo, sino hasta su propia habitación.
“Entramos a la habitación en la que lo encontramos de espaldas. Le gritamos con firmeza ¡Policía Federal, suelte el arma! Sin creer todavía que iba a ser detenido, con miedo en su mirada, comenzó a dispararnos. Aunque repelí el ataque, recibí un par de tiros contundentes. Mi compañero, de apelativo Bolillo, lesionó de muerte al violento delincuente, al tiempo que yo caía al suelo.
Recibí un impacto en la pierna, que incluso atravesó mi celular y otro más en el brazo. Es cierto que cuando te encuentras a la muerte, ves pasar tu vida. Me acordé de mi mamá, esposa e hijos. Le pedí a Dios que no me llevara aún. Bolillo me sacó de la habitación y luego mi compañero Tonga, policía y paramédico, comenzó a atenderme. Fue él quien me salvó la vida.
Aquí no hay héroes: son momentos que te marcan y experiencias que no le deseas a nadie, porque los delincuentes son gente sin sentimientos. A diferencia de ellos, yo era policía por vocación y mi familia siempre estaba al pendiente de mí, además de ser orgullo de mis padres e hijos. Hay cosas que el dinero y supuesto poder no pueden comprar, como el amor de nuestras familias.”
Tonga, el paramédico y policía que atendió a ‘El Norte’, se dio cuenta que la bala le entró por la pierna y salió por el recto. Buscó tranquilizarlo de la mejor forma, porque se había dañado una de las arterias que surten al corazón y perdía mucha sangre.
“Mientras lo atendía, el enfrentamiento seguía. Llegó un momento en el que me empecé a desesperar porque no paraba de sangrar y tampoco dejaban de dispararnos”, recuerda el policía que para llegar a ser paramédico tuvo que duplicar jornadas. “Diosito, ayúdame por favor, no he sacado mi casa, sigo pagando renta. ¿Qué le voy a dejar a mi esposa?”, suplicó.
Cuando el enfrentamiento terminó, no había heridos ni muertos. Los delincuentes se llevaron a los suyos, incluyendo a Gonzalo, de quien se siguió el rastro abundante de sangre que incluso bordeó un jacuzzi en la propiedad. Más tarde se supo que estaba muerto.
Al llegar a un hospital, la batalla de ‘El Norte’, no terminó: había que decidir si se le amputaba la pierna para mantenerlo con vida. Aunque se logró contener la hemorragia, debían salir lo más pronto posible del hospital, por el riesgo de ser agredidos. Y por ello pidieron apoyo aéreo para que los llevara a la frontera con Estados Unidos, para seguir con su atención.
En un hecho sin precedentes, en 2016, la Agencia para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), entregó la condecoración ‘Corazón Púrpura’ a los dos policías federales que estuvieron a punto de perder la vida, en reconocimiento a su valor durante el operativo.