En 1964, Erich Fromm habló sobre el narcisismo de grupo que había aparecido años antes en la Alemania de Hitler pero no solo eso, también advirtió sobre el desarrollo de este mismo fenómeno al sur de Estados Unidos: “En ambos casos el núcleo del sentimiento de superioridad racial era, y es todavía, la clase media baja; esta clase atrasada, que en Alemania, lo mismo que en el sur de los Estados Unidos, fue pobre económica y culturalmente, sin ninguna esperanza realista de cambiar de situación (porque son los restos de una sociedad vieja y moribunda), no tiene más que una satisfacción: la imagen inflada de sí misma como el grupo más admirable del mundo, y el ser superior a otro grupo racial señalado como inferior”.
Estos grupos de los que habla el psicoanalista en su libro El corazón del hombre son quienes, hoy, están llevando a Donald Trump –y a su discurso contra inmigrantes árabes y mexicanos- a la Casa Blanca.
Ante la inminente posibilidad de que un personaje como el candidato republicano llegue a la presidencia de Estados Unidos, cabe recordar las consecuencias que esto puede traer consigo: en los 30, Adolf Hitler logró encantar a cientos de miles de personas con su postura sobre la supremacía de los arios. Las ideas del Führer –y, dicho sea de paso, la ambición de quienes patrocinaron a los dos bandos- llevó al mundo a la peor masacre de la Historia: se estima que la cifra puede rebasar los 55 millones de muertos.
¿Cómo logra tanto apoyo un personaje como estos? Me refiero a personajes como Hitler y como Trump. Aquella explicación que Fromm compartió hace 50 años, a manera de advertencia, resulta bastante oportuna: cuando alguien tiene pocas esperanzas de cambiar la situación económica en la que se encuentra, le queda una satisfacción: la idea de que pertenece a una raza o a un país superior.
“El individuo de ese grupo atrasado siente: ‘Aunque soy pobre e inculto, soy alguien importante porque pertenezco al grupo más admirable del mundo: soy blanco’ o ‘Soy ario’”, escribió Fromm.
Pero el mayor problema no es Trump.
Ni siquiera Hitler. El mayor problema es quienes –desde el gobierno y/o la iniciativa privada- contribuyen a que haya condiciones culturales y económicas en las que los ciudadanos tienen solo motivos erróneos para enorgullecerse. El mayor problema es gente como Hillary Clinton.
Sergio Gómez
twitter: @Sergomezv
