Presupuesto a presupuesto y año con año se ha confirmado que el campo simple y sencillamente no fue una prioridad para el actual gobierno.
Los números no mienten, ha sido un sexenio de incertidumbre total en el medio rural, a pesar de que hoy se gasta más que nunca.
Es así que mientras en 2018 todo el gasto del Gobierno Federal era de 5.2 billones de pesos, para 2024 se proyecta un gasto de 9.6 billones de pesos.
Lo anterior significa que por cada 100 pesos que se gastaban en 2018 ahora se gastarán 172 pesos, 18% de ellos prestados.
Y pese a ese crecimiento tan grande en el gasto, el Proyecto de Presupuesto para el 2024 considera para la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) un incremento inercial, que en algo compensa la inflación.
Hablamos de un crecimiento del 5.08% con 3,581.79 millones de pesos adicionales.
La Sader pasaría de 70 a 74 mil millones de pesos con respecto al año anterior, pero lejos, muy lejos, de los 92 mil millones de pesos que se consideraron en 2015, cuando el gasto era mucho menor.
Para ser todavía más claros, de todo el gasto, la participación de la Sader en el presupuesto es de apenas un 0.81%. Es decir, de menos de un peso de cada 100 que se gastan en el país.
El presupuesto de la Sader es similar al que tuvo hace más de una década y el dinero no alcanza para lo mismo ni las necesidades son iguales.
Este año ha sido particularmente difícil, con una sequía que alcanza niveles históricos, con una importante caída en los precios de muchos cultivos y con insumos que no bajan.
A este panorama se suma la cancelación de muchos programas que nunca encontraron ni siquiera el intento de una mejor versión y costaron que no hubiera apoyos para el aseguramiento por riesgos climáticos o para la baja en los precios.
Se gasta poco, se gasta mal y se importa cada vez más, ese sería el resumen de una política agropecuaria que nunca llegó, y a la que además tenemos que sumar el llamado cobro de piso, que la propia UNAM ha señalado que sube más los precios de los alimentos.
No hay discurso que alcance para encubrir este abandono. Los discursos en pro de la seguridad y de la soberanía alimentaria se quedaron en eso, y las acciones durante todo el sexenio fueron para decirle a las y los productores, que los problemas del campo eran suyos, no del gobierno, al menos hasta que hubiera enormes manifestaciones. Les fallaron.