Tienen razón los ciudadanos que no creen en la vida pública de nuestro país, los que acusan que la política está podrida.
Basta ver las noticias, alejados de pasiones absurdas que nos dividen y de los intereses personales que hacen a muchos voltear a otros lados, para darnos cuenta.
1. Un Presidente de México que se pronuncia a favor de un pacto con cárteles criminales -no sé con cuáles- y que al mismo tiempo arremete con furia contra la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
2. Un coordinador de la mayoría de los senadores que perdió toda credibilidad y que ahora no ven bien ni a los opositores ni a los que gobiernan.
3. Un diputado llamando a “obradorizar” el Poder Judicial.
4. Una oposición que se pelea mejor hacia dentro que hacia afuera.
5. Los casos de meningitis que siguen apareciendo en Tamaulipas y costando vidas, y en los que increíblemente todavía no hay responsables.
6. El papá de Leslie Cortez arrojando billetes a la Fiscalía porque a más de 10 días de haber sido localizado su cuerpo, todavía no hay detenidos.
7. Un Presidente de México que ahora viene más a Tamaulipas y que visitará hospitales en los que todavía no se ve ni se siente un sistema de salud pública como el de Noruega o Dinamarca.
8. Un gobierno estatal descoordinado en el que, primero, sale el secretario de Agricultura a decir que no puede haber apoyos a productores y, después, el gobernador lo contradice.
9. Familiares de algunos funcionarios en plena campaña, gastando recursos que antes no se veían y dando muestras de que, si no se tiene carisma, se compra.
10. Una oposición callada o pactada, salvo gratas excepciones, y municipios como el de Victoria repartiendo agua color tamarindo que bien deberían consumir primero sus funcionarios.
Y así, en unas cuantas líneas, un breve resumen de días de vida pública; sin embargo, más allá de la descomposición de la política -quizá como hace mucho tiempo no se veía-, ¿dónde está la sociedad exigiendo?
Lo que no hagamos ciudadanos y sector privado por un mejor futuro, lo vamos a lamentar nosotros y dos generaciones más. No hay que agacharnos ante nadie y, menos, ante la injusticia.
