La Selección Mexicana de Fútbol no fue a la Copa del Mundo de Italia 90. Era quizá la mejor etapa de Hugo Sánchez, el más grande futbolista mexicano llegaba tras haber ganado la Liga con el Real Madrid y como máximo goleador de Europa.
No fuimos al mundial por tramposos. Dos años antes, México falsificó las actas de nacimiento de cuatro jugadores para que aún siendo mayores pudieran participar en el juvenil de menores de 20 años. Fue el escandalo de “los cachirules”.
El mundial se desarrolló con normalidad. Alemania quedó campeón y Argentina con Diego Maradona tuvo el subcampeonato. 32 años después estoy convencido que México no debe ir a la Copa del Mundo Qatar 2022, y esta posición nada tiene que ver con lo deportivo.
En 1990 no fuimos por tramposos, en 2022 no debemos ir por dignidad. La mexicana Paola Schietekat fue abusada sexualmente y violentada físicamente en 2021 en Qatar y al denunciar, lejos de encontrar justicia, fue acusada penalmente.
El agresor aseguró que tenían una relación de noviazgo; con ese simple dicho se le acuso del delito de “zina” (relaciones fuera del matrimonio o prematrimoniales).
Se impuso a Paola una condena de 7 años de prisión y 100 latigazos, a menos que se casara con su agresor. Paola pudo salir del país, pero sigue esperando justicia.
En Qatar, el ejercicio de muchos de los derechos fundamentales de las mujeres depende de la aprobación un hombre. Es una subordinación en el marco de la ley que no permite pensar en una igualdad de ningún tipo.
En 2019, Alemania había señalado que no mandarían a ninguna selección a partidos que tengan lugar en países en los que las mujeres no tienen los mismos derechos. Creo que México, con altos índices de violencia contra la mujer y con una lamentable cifra record en feminicidios en 2021, debería tomar una decisión, no solo es Paola, es un mensaje al país y al mundo.
Sé que México mueve muchísima afición; sé también que hay intereses económicos muy fuertes, pero vamos a un mundial en un país en el que los derechos de las mujeres son radicalmente diferentes al de los hombres, en el que se siguen imponiendo penas que parecieran de otro tiempo como los latigazos, en el que ya condenaron injustamente a una connacional y que está manchado por la sombra de la corrupción desde su designación como sede.
Es tiempo de preguntarnos qué valores no son negociables. _
