Una llamada del gobernador Américo Villarreal confirmaba una muy mala noticia. Dos de los cuatro estadunidenses secuestrados habían sido asesinados en Matamoros, Tamaulipas.
La noticia golpeaba en primer lugar a los familiares de las víctimas, al turismo médico tan importante en aquel municipio, la reputación de nuestro estado y especialmente al presidente de México y a su política en materia de seguridad pública.
El acontecimiento fue un hecho más que se sumó a las voces, tanto en México como en Estados Unidos, que acusan y reclaman que no se está enfrentando en la magnitud en la que se debería al crimen organizado.
Apenas unos días antes, legisladores estadunidenses habían estado solicitando que se declarara a los cárteles mexicanos del narcotráfico como grupos terroristas. Ello daría lugar a una serie de medidas entre las que destacan las intervenciones del ejército norteamericano en territorio nacional.
Tamaulipas les dio un elemento más y aunque la idea hoy luce muy lejana para concretarse, el discurso contra México de cara a las elecciones presidenciales de 2024, en Estados Unidos, tenderá a radicalizarse.
El gobierno de Tamaulipas debe hacer un fuerte ejercicio autocrítico. ¿Realmente se hizo todo lo que se tenía que hacer? Porque Matamoros ya había dado fuertes signos de descontrol.
Balaceras, “levantones” y cobros de piso que comerciantes unidos y con gran valentía salieron a denunciar. Era un caldo de cultivo, un ambiente propicio para que ocurrieran hechos cada vez más graves, cada vez más lamentables.
Tamaulipas ha vuelto a ser noticia nacional, lo fue por el que hasta ahora podemos catalogar de flagrante abuso de los militares en Nuevo Laredo y lo ha sido ahora por el secuestro y asesinato de los norteamericanos.
Seamos claros y ahí están los números cada vez más altos, la política de abrazos y no balazos no solo no está mejorando la seguridad, está dejando una situación más grave que la que se vivió en tiempos de Calderón o de Peña Nieto.
Son tiempos donde muchas empresas como Tesla están decidiendo sus inversiones y a Tamaulipas, como a muchas regiones de México, los está frenando la inseguridad y la corrupción. Lo de Tamaulipas le pegó al turismo, a la atracción de inversiones, a nuestra calidad de vida y de manera directa al presidente de México. Urge un gran mensaje o solo vamos a ver pasar las inversiones.
Saúl Barrientos