Uno va cambiando. No sé si madurando, pero definitivamente cambiando. Qué emocionante era esperar a que llegara diciembre para reunirnos en familia y, tras una cena que quizá no valoré como debía, abrir los regalos.
No tenía idea del esfuerzo que había detrás, cuando mis padres trataban de dibujarme lo que yo había normalizado que tenía que pasar esa noche, no alcanzaba a comprenderlo.
A veces, cuando me hacían saludar a familiares o amigos de mis papás que vivían lejos, quería acabar la llamada lo antes posible para seguir viendo mis juguetes. Lo recuerdo perfecto.
Un 24 de diciembre, pasó algo raro. Ese día me levanté y nada ocurrió con normalidad. Mis padres me daban indicaciones y algunas explicaciones. Tenían que viajar y esa Navidad sería la primera que no pasaría con ellos.
Mi abuela se había puesto mal, y nunca imaginé que ese niño de nueve años no la volvería a ver. Al año siguiente hubiera cambiado cualquier regalo, por verla de nuevo.
Me acuerdo de esto porque, a pesar de los años, las bajas de las personas que quiero se siguen sintiendo, me siguen haciendo falta y me acuerdo más de ellos en diciembre que en noviembre, y desde entonces disfruto más a los que están y a los que llegan.
Ha pasado tanto tiempo desde aquel momento y volvería a cambiar cualquier regalo, por verlas o verlos de nuevo. Por eso quise escribir estas líneas hoy para recordarle a quienes me hagan el favor de leerme que el mejor regalo del mundo son las personas que están en nuestras vidas.
Más allá de si el 24 o el 25 están ahí físicamente, mientras tengan la posibilidad de escuchar su voz, no la dejen pasar; y por favor, un mensaje en redes sociales nunca se comparará con un abrazo o con una plática.
En el lenguaje que encuentren, háganle saber a sus hijos y a sus nietos que ese momento que están disfrutando es realmente único.
La cena, el regalo, lo que sea, no importa; si algo debiéramos de regalar todos, son palabras de reconocimiento, de admiración y de cariño, y tiempo de calidad para quedarnos con recuerdos y con emociones, no con cosas.
Desde aquí un abrazo para ti y para los tuyos, estimada y estimado lector.