Como sociedad, estamos viviendo el auge de muchas enfermedades; una de las más graves, por su agresividad y por el aumento en los casos, es el cáncer.
Los números son fríos y no reflejan el lado humano de cada caso, persona y familia que han enfrentado esta enfermedad.
Es imposible siquiera tratar de retratar un poco lo que se vive en una lucha así, pero sí se puede reconocer ese inmenso valor que, en muchos casos, coexiste con el miedo y se traduce en ganas por vivir.
Para dimensionar la magnitud del problema se debe señalar que del año 2012 al 2020, la tasa de defunciones por tumores malignos no hizo más que crecer.
En 2012, por cada 100 mil habitantes, 62 mexicanas y mexicanos perdieron la vida a causa del cáncer; en 2020, fueron 71 personas.
Para 2022, 90 mil personas perdieron la vida a causa de tumores malignos, lo que equivale a más del 10% del total de muertes registradas ese año en México.
El cáncer nos está matando y existe la duda sobre si es o no una enfermedad de nuestra época.
Hay quienes afirman que al ampliarse la esperanza de vida, respecto a lo que vivían las personas hace cientos o miles de años, es normal que proliferen enfermedades así.
Pero no en todos los estados el cáncer pega igual. En 2022, quien tuvo la mayor tasa de muertes fue la Ciudad de México con 95.96 por cada 100 mil habitantes, al tiempo que en Quintana Roo, la tasa fue de prácticamente la mitad con 47.39.
Las entidades con más defunciones por tumores malignos en aquel año fueron: Ciudad de México, Sonora, Veracruz, Colima, Morelos y Chihuahua; y las entidades con las tasas más bajas fueron Quintana Roo, Guerrero, Chiapas, Tlaxcala, Puebla y Aguascalientes.
En la región noreste, Nuevo León tuvo una tasa de 74.71 muertes por cada 100 mil habitantes, Tamaulipas de 70.50 y San Luis Potosí de 69.69.
Si hablamos de edades, la tasa crece de manera importante a partir de los 50 años, cuando se ubica en 112 muertes por cada 100 mil habitantes; en los 60 es de 245; en los 70 es de 475; y en los 80 y más es de 777.
Escribo esto y solo pienso en el sistema de salud. El cual deseo que un día llegue a ser verdaderamente universal, humano y de calidad para atender a todas las personas que enfrenten esta y cualquier otra enfermedad.
Escribo esto y solo pienso que, por más multifactorial que sea, el modelo de vida que hemos impulsado, es el mismo que nos está terminando.
Duele, pero hay que hablar más de esto.