A un año de la tragedia de Tlahuelilpan la cual representa uno de los crímenes comunes en nuestra sociedad, hoy en día para los ciudadanos no es suficiente saber si las carpetas de investigación se encuentran cerradas, abiertas o se identifican los actores ofensores y culpables de esta tragedia que es más grave que un crimen de guerra. A los familiares de las víctimas tampoco les interesan todas las palabras de solidaridad de los gobernantes que manifiestan un apoyo financiero insignificante como medida para recuperar la pérdida que quienes fueron sacrificados por la tragedia o con los programas de ayuda a la familia que según la población de Tlahuelilpan no han servido para nada y además no llegaron por la vía correcta a la gente; aunado a que este discurso de las autoridades únicamente ayudó a incrementar su hartazgo contra los funcionarios, políticos y cualquier actor involucrado en este caso. No obstante lo anterior, igualmente se generó desconfianza hacia cualquier persona que trata de acercarse a ayudar o compartir su dolor. Vale recordar que lo que necesitan los familiares de las víctimas, es que la autoridad entienda que se requiere solucionar convencionalmente estos acontecimientos violentos, sabiendo que sin enfrentar realmente a la pobreza de manera muy profunda, no resolverán problema alguno ya sea corrupción, impunidad o cualquier otro, mucho menos recuperar el tejido y la paz social ya que sin ello no hay crecimiento ni desarrollo dentro de cualquier comunidad e identidad social. Basta de sueños guajiros que se justifican con una despensa o ayudas financieras, que simplemente compran el silencio de la gente. Lo que se necesita hoy es un cambio en las formas de implementar sistemas políticos desde la administración hasta la gestión que combata la pobreza y crear una nueva cultura responsable de hacer política.
