Las últimas visitas del Presidente Andrés Manuel López Obrador a Hidalgo, han desatado ataques políticos entre los dirigentes priistas y la dirigencia de Morena, de manera que han complicado la buena relación que hay entre el gobernador Omar Fayad Meneses y el Presidente.
Este conflicto ha causado mayor incertidumbre en la gente de lo que se imaginen; sabiendo lo que sucede en la política, no solo compete, beneficia o perjudican a quienes intervienen en las cosas de gobierno y en los negocios del estado; por el contrario, el primero que siente la reacción de cualquier acción es el ciudadano común y corriente.
En este sentido, se entiende el alto riesgo de este conflicto innecesario al caerse en una contradicción ante sus objetivos de forjar y mejorar relaciones sociales y cumplimiento de los compromisos que han de asumir ambas partes.
Por eso, presumen que sus eventos deben convertirse en un acto relevante para capturar capital político, mostrando su capacidad para establecer el orden y añorar la paz social; sin embargo, la realidad del conflicto ha obligado a los hidalguenses a que no ejecuten una participación consciente y activa, también ha incrementado el hartazgo de la gente hacia los políticos y sus partidos, además hay que entender que ni con calumnias, difamación, porras o rechiflas se gana la voluntad del pueblo.
El ejemplo lo vimos de nueva cuenta el sábado en Huejutla en donde militantes priistas fueron de nueva cuenta los primeros en llegar al evento para poder estar más cerca del templete, a lo que ahora Morena también definió como estrategia y un día antes propagó los rumores de lo que ocurriría el día de la visita donde finalmente, tanto el Presidente como el gobernador, miraron como se gritaban, aplaudían y vociferaban unos y otros.
