El 21 de octubre de este año, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, estuvo en la montaña de Guerrero. Llevó a parte de su gabinete, y parte del gabinete de la gobernadora del estado, Evelyn Salgado, también estuvo presente. Estuvo también Yareth Saraí Pineda Arce, presidenta municipal de Tlacoachistlauaca. Esa reunión le serviría para empezar a trabajar en las metas que la joven presidenta municipal se ha trazado: erradicar la venta de niñas para matrimonios forzados.
Pineda Arce es la primera mujer en ser presidenta municipal de su municipio. Su vocación de servicio y la intolerancia religiosa la llevó a buscar la alcaldía en 2018, misma que perdió por menos de 100 votos. En el periodo electoral de este año Saraí Pineda se impuso por una diferencia de más de cinco mil votos. Ganó con el apoyo de las mujeres de su municipio, con el voto de los padres de sus alumnos y con el voto de los hombres que entienden que el tiempo de ser gobernados por mujeres ha llegado.
Se define como mujer de izquierda, indígena, visionaria, progresista y con vocación de servicio. Ninguna de estas afirmaciones son contradictoras y resultan dignas de admiración, en un estado como Guerrero, en donde los usos y costumbres siguen siendo una de las mayores prácticas que violentan los derechos humanos.
La meta que se trazó Pineda Arce es clara: la mitad de los comisariados ejidales a cargo de mujeres. Para lograrlo, ha iniciado a visitar todas los comisariados, a reunirse con los presidentes (todos hombres) para hablarles de que el presidente de México quiere que más mujeres presidan estos órganos, sensibilizarlos para que la práctica de la venta de niñas con fines matrimoniales sea erradicada, y lograr que más mujeres accedan a la educación media superior en su municipio.
El caso de Saraí salió a los medios de comunicación hace un par de días. Su honestidad y liderazgo, la aceptación y su trabajo, han quedado como ejemplo a otros municipios similares al suyo. He querido dedicarle estas líneas porque ella es la evidencia más clara de cómo las convicciones religiosas, en el ejercicio del poder público, sí cambiarán para bien a este país.
Sara S. Pozos