Ese sentimiento hostil que amenaza, que insulta, que agrede y que mata es real y cada vez es peor. En su primera etapa, el odio comenzó con hostigamiento. Ese acoso que no dejaba al vecino estar en paz y lo obligaba a asomarse por la ventana, a estar revisando el reloj a la hora del regreso al hogar y a sentirse amo y señor del espacio entre casa y casa, llegó a un punto de quiebre que obligó al vecino a salir del anonimato para plasmar sus amenazas en las paredes de la casa de la acosada.
El vecino ocupó tiempo para pasar de una etapa a otra y a otra. Los mensajes y denuncias de la joven quemada hace unos días en Zapopan, nos permiten inferir que, entre el hostigamiento y las amenazas, pasaron al menos cuatro meses. Ya para mayo, el 17, Luz Raquel Padilla Gutiérrez publicó en Twitter que ya había sido agredida con cloro industrial por el vecino, su maldito agresor. Por primera vez publica las fotos de las amenazas, pero para entonces, ya había sido lesionada.
En esos meses, entre abril y mayo de este año, Luz Raquel habría denunciado a su agresor. Ni el hostigamiento, ni las amenazas, ni la agresión directa al ser rociada con cloro industrial, antes de ser quemada viva, fueron suficientes para la autoridad. Le negaron ser incluida en el programa municipal que otorga “pulsos de vida” -dispositivos de monitoreo- a mujeres víctimas de violencia. Frente a la irresponsabilidad e inacción de la autoridad, el odio del vecino pareció alcanzar su límite. El pasado sábado (se cree que fue así), tres hombres y una mujer, de manera inexplicable, prenden fuego a Luz Raquel y horas después, muere a causa de las quemaduras.
El odio se aprende, se alimenta y se practica como cualquier otro verbo. La facilidad con la que pasamos del discurso de odio a los crímenes es impresionante. Por eso es necesario denunciar ese acoso y ese odio, justo como eso, como discursos que deben detenerse y erradicarse mucho antes de convertirse en crímenes. Si se requiere legislar, que se haga. Si es urgente cambiar los planes de estudio, que se cambien. Hay que exigir que se haga lo que se tenga que hacer para parar esto. Las mujeres no podemos seguir viviendo con miedo.
Sara S. Pozos Bravo