Al fallecer a los 55 años de manera sorpresiva, dolorosamente, Saúl Cuau-tle Quechol, rector de la Universidad Iberoamericana, nos deja testimonio profundo y permanente de la reivindicación de un mundo ignaciano, universitario, académico y comunitario, en el cual no solamente hay que “en todo amar y servir”, sino incorporar a la vida cotidiana las causas sociales y las de la nación.
Su desaparición física pareciera señalarnos hacia una ciudadanía alerta, informada, participativa, indispensable para enfrentar la presencia aún mortal del covid-19. Aunque, me atrevo a pensar, si estuviera con nosotros podría decirnos que “hay más muerte en la ausencia de compromiso con los otros” —las y los más vulnerables— “que en la muerte física misma”.
Lo conocí en junio pasado, en la clausura del diplomado “Seguridad con Justicia y Gobernabilidad: Modelo colaborativo, ciudadanía, empresa y autoridad”, que el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México desarrolló junto con la UIA, como parte de la promoción de valores y cultura cívica que nos unen. De ese diplomado fue pieza fundamental su antecesor, el ex rector David Fernández Dávalos, propuesto por Cuautle Quechol como secretario ejecutivo de la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina.
Claridad de pensamiento, afabilidad, sentido de trascendencia a partir de la fe en la justicia y la reconciliación, incorporadas a su trabajo habitual y al espíritu de la comunidad jesuita e ignaciana, distinguieron su paso en la más breve rectoría de la historia de esta querida Universidad. La había iniciado apenas en septiembre de 2020.
Cuando nos acompañó en aquella ceremonia celebrada en la sede Iztapalapa del Consejo Ciudadano, Cuautle Quechol enfatizó la necesidad de la participación ciudadana: “la pandemia nos enseñó que solos no podemos salir, nadie puede salir solo de una complejidad; cuando nos asociamos, cuando nos vinculamos es cuando logramos hacer mejores proyectos”.
Nacido en Puebla en 1966, se graduó como Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales por el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias de la Compañía de Jesús en Guadalajara. En la Universidad Iberoamericana culminó la licenciatura en Teología, y en 2002 fue ordenado Sacerdote Jesuita en el Instituto Lux de León, Guanajuato.
En su toma de protesta, el Padre Cuautle enfatizó lo que siempre buscó en lo individual y en lo colectivo: la verdad. Compartió la convicción del poder transformador de la educación.
Supo integrar en la Universidad y en las escuelas donde laboró, como el Instituto Oriente de Puebla, los valores de la agenda de género, sustentabilidad, migración, por supuesto derechos humanos, seguridad y ciudadanía con inclusión.
“A San Ignacio hay que rezarle trabajando”, le decía un maestro a Randolfo González de la Mora, director de Educación Continua de la UIA. Ayer recordamos eso e identificamos la virtud de Cuautle Quechol para reincorporar lo previo e innovar hacia lo siguiente.
Que en Paz Descanse.
Salvador Guerrero Chiprés*
* Presidente del consejo ciudadano para la seguridad y justicia de ciudad de México