Careció de precedente la detención del ex secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos como la operación político-diplomático-institucional para traerlo a México.
Su regreso no desmantela una semiabierta percepción de que los altos mandos del Ejército, infrecuentemente, pero también con evidencia muy minoritaria pero demostrada, han estado contaminados a partir de su vínculo probado con actores de los organismos delictivos de alta peligrosidad y con prácticas de colusión en que estuvo vinculada la anterior administración.
La mayoría de la población y de los actores políticos y diplomáticos actuantes en México resguarda su simpatía con organismos como el Ejército mexicano o la Marina y por la Presidencia de la República, más que por otras instituciones y mucho más en contraste con lo que se piensa de los partidos políticos, los diputados, las policías o los sindicatos, según el ranking de confianza institucional 2019 de Mitofsky.
Sin embargo, el regreso de Cienfuegos es el espacio de un nuevo esbozo de hermenéutica donde lo político y lo legal emergen y se desvanecen entrecruzándose en la víspera electoral de 2021.
El regreso de Cienfuegos, directamente a su casa aun con la investigación abierta por la Fiscalía General de la República, entraña una cierta complejidad, por cierto, pero bastante menor que la operación que lo hizo posible. Si la ausencia de reconocimiento por parte de AMLO a Joe Biden fue una condición del ambiente para realizarlo es difícilmente negable y tampoco demostrable.
El resultado inevitable en el caso del ex secretario de Defensa de Enrique Peña Nieto, de cara al sistema de justicia y penal mexicano es una provocadora oportunidad de autoafirmación institucional. Exhibiría los límites de la justicia mexicana o sus nuevas fortalezas.
Es también evidente que el gobierno mexicano fue capaz de una negociación excepcional, tomando como verdad el dicho de las propias autoridades estadounidenses, con todas sus reservas privadas y públicas sobre el sistema político y penal mexicano, valoran en primer lugar la cooperación antes que la ruptura, y por eso retiraron cargos.
El gobierno del presidente López Obrador ha sido capaz de colocarse en una vinculación tête à tête histórica con el hegemón mundial.
La versión, entregada al New York Times, difundida después con gran concisión por la prensa mexicana, de que en la mesa se colocó la probabilidad de interrumpir el trabajo de la DEA, absolutamente tan central para los estadounidenses como lo es su operación en Colombia, le da sentido y contenido de veracidad a la operación. También, centralmente, demuestra habilidades estratégicas de establecimiento de la agenda respecto de lo cual es imposible deslindar al equipo del gobierno federal, en particular de la SRE encabezada por Marcelo Ebrard.
La frase del canciller es igualmente comprometedora y auspiciosa: “para México no existe el escenario de impunidad”. Logro del gobierno mexicano y queda serlo para la calidad de nuestra justicia...
* Presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de CdMx
@guerrerochipres