La democracia, como sistema de participación-acción ciudadana y social en la formación y ejercicio de lo público, de lo común, así como del poder público, está en recesión, retroceso, advierte el Latinobarómetro 2023, publicado en julio pasado. Y de ello, México no sólo se libra, sino que con él se encienden los focos rojos, de alerta.
Desde 1995, el Latinobarómetro, corporación fundada en Chile por Marta Lagos, especialista en estudios demoscópicos, los cuales realiza desde 1985, observa y estudia mediante encuestas cara a cara en 18 países América Latina, con excepción Cuba, Nicaragua y Venezuela, el “desarrollo de las democracias, economías y sociedades, utilizando indicadores de actitud, opinión y comportamiento”.
“La recesión se expresa en el bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, la preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos y de la imagen de los partidos políticos. La democracia en varios países se encuentra en estado crítico, mientras otros ya no tienen democracia”, señala de entrada el informe 2023, disponible en su sitio www.latinobarometro.org.
Por lo anterior, destaca “la debilidad de las élites simbolizadas en los presidentes de las repúblicas”, condenados por corrupción, porque no concluyen sus mandatos, quienes rompen reglas de reelección o transgreden las reglas de la democracia. “Valen más los personalismos, que terminan opacando a los partidos políticos. Esta debilidad conduce a la atomización del sistema de partidos y se desploma su imagen y legitimidad”, se apunta en la presentación del informe, aunado a que “colapsa” el desempeño de gobiernos manifestándose en la “baja satisfacción con la democracia”.
Y se alerta: “La recesión de la democracia en tantos países deja a la región vulnerable y abierta a más populismo y regímenes no democráticos y retrasa el proceso de consolidación de las democracias”.
¿Y qué decir de México?
Cuando se plantea si “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, a nivel general latinoamericano el 48 por ciento de la población señala que prefiera la democracia, el mismo porcentaje de 2018, pero un punto porcentual menos que en 2020, y lejos a lo registrado en 1997 y 1998, cuando la preferencia por la democracia llegó a 65 puntos porcentuales.
En el caso de México, las luces rojas se encienden, pues pasó de 43 puntos porcentuales en 2023 a 35 por ciento en 2023 (trece puntos menos a los registrados a nivel latinoamericano), ocho puntos menos en tres años, quien junto a Costa Rica (menos once puntos) y Venezuela (menos doce puntos), es de los que registran mayor descenso.
Correlacionada esta caída está cunado las y los entrevistados señalan que les da lo mismo “un régimen democrático que uno no democrático”. A nivel latinoamericano aumenta un punto al pasar de 27 a 28 puntos y en México aumenta dos puntos al pasar de 26 a 28 puntos.
La situación se pone más preocupante cuando se aborda si “en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático.: en Latinoamérica aumenta cuatro puntos, al pasar de 13 a 17 puntos porcentuales, pero ¡en México el incremento es de once puntos al pasar de 22 a 33 puntos porcentuales!, encabezando en todos los países de la región con el mayor incremento en este rubro. En pocas palabras, la aceptación del autoritarismo aumenta. Gobiernos que no responden a necesidades y demandas sociales y ciudadanas como la inseguridad pública, los servicios de educación y salud, por citar algunos; la corrupción en las élites políticas, el descrédito de partidos y grupos, mayor evidenciadas y agravados con la crisis sanitaria por Covid-19, podrán obedecer a lo anterior.
El balance para México resulta que el 35 por ciento considera a la democracia como el mejor sistema de gobierno, 28 por ciento es indiferente y el 33 por ciento se inclina por el autoritarismo, como medio para satisfacer necesidades y resolver problemas. “La democracia se ha deteriorado mucho desde 2020 en México, según la evolución negativa de estos indicadores. Hay aquí también tierra fértil para autoritarismos y populismos”, refiere el Informe 2023 del Latinobarómetro.
El futuro próximo, además, no es nada alentador y se convierte en un reto para los espacios y centros de encuentro y formación de jóvenes, así como de instituciones públicas y privadas.
El Latinobarómetro apunta que “las personas de mayor edad son más democráticas que aquellas más jóvenes en América Latina. Los regímenes políticos no están produciendo demócratas en la región”.
Los resultados generales en la región muestran que “mientras entre los más jóvenes (16-25 años) solo el 43 por ciento apoya a la democracia, entre los de más edad (61 y más años) es el 55por ciento. Haydoce puntos porcentuales de diferencia en el apoyo a la democracia de los más jóvenes y losde más edad en promedio en América Latina. En suma, a mayor edad más apoyo a lademocracia”.
Por otra parte, frente al autoritarismo, “la relación es inversa: hay más apoyo al autoritarismomientras más joven es la persona (20 por ciento entre los que tienen 16-25 años y 13 por ciento entre los quetienen 61 años y más)”; y lo mismo se observa con la indiferencia sobre tipo de régimen (democrático y autoritario), la cual aumenta a medida que disminuye la edad: 30 por ciento entre los que tienen 16-25 años y 23 por ciento entre los que tienen 61 años y más.
Y si se considera el nivel de educación, hay más apoyo a la democracia entre quienes educación universitaria (60 por ciento), frente a los que sólo tienen educación básica (40 por ciento); y como con la edad, la indiferencia sobre el tipo de régimen aumenta a menor educación (32 por ciento), y 19 por ciento entre quienes tienen educación superior (19 por ciento).
El Latinobarómetro resalta que “la minoría de demócratas entre los más jóvenes es lo más preocupante del futuro de la democracia en América Latina. La edad es lo que más diferencia a los autoritarios, puesto que, a menor edad, más autoritarios. Hay que formar demócratas con educación y socialización democrática”.
¿Qué podemos hacer antes eta realidad y futuro? ¿Qué y quiénes lo haremos? Si se trata de democracia, es asunto de todas y todos. Una carga de responsabilidad, estimo atraviesa a instituciones públicas, a organizaciones ciudadanas desde sus temas de especialidad (medio ambiente, seguridad pública, movilidad, derecho a la información, seguridad pública, cultura), las agrupaciones vecinales, sindicales, religiosas, empresariales, etcétera; los centros de formación educativa. Ahí donde en lo cotidiano, en el diálogo, el debate, la toma de decisiones sobre lo público, lo comunitario, se decide.
Sobre quien más ha recibido y aprecia la democracia y su ejercicio, recae el reto. ¿O no?