El reto democrático para los procesos electorales federal y locales 2023-2024 es elevar la participación ciudadana el día de la jornada electoral del 2 de junio de 2024. Para esa fecha faltan 307 días, es decir, diez meses, menos de un año. Sin embargo, pareciera que estamos en marzo de 2024, cuando comenzará oficialmente la primera contienda (campañas), la correspondiente a la Presidencia de la República (4 de marzo de 2024), generando un entorno que puede provocar un agotamiento, cansancio de ánimo entre electores.
En las reformas electorales de 2007 y 2014 redujeron los tiempos de las campañas para la Presidencia de la República, y con ella el resto de las contiendas para diputados y senadores; las entidades federativas, por su parte, hicieron lo propio para gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos.
Entre las razones para acortar los tiempos fueron: reducir los costos de las campañas, no agotar a las y los electores, propiciando así condiciones que elevaran la participación en la jornada electoral. De manera simultánea, se avanzó en "empatar" los procesos y jornadas electorales locales con la federal.
Para 2024, con la concurrencia de elecciones locales con las federales, los cargos públicos en disputa serán: la Presidencia de la República, 128 senadores, 500 diputados federales, nueve gubernaturas, la renovación de 31 Congresos locales, 1,580 ayuntamientos, 16 alcaldías y 24 juntas municipales. Todo México estará involucrado, en el interior y quienes radican en el extranjero.
¿Qué ha sucedido en las jornadas electorales de 2009 a 2021? La participación ciudadana se ha incrementado a nivel nacional en elecciones intermedias, cuando sólo se renueva la Cámara de Diputados en el ámbito federal al registrarse en 2009 un 44.1 por ciento de participación y pasar a 47.1 por ciento en 2015, y luego llegar a 51.8 por ciento en 2021; en las jornadas electorales de elecciones generales, cuando además de Diputados y Diputadas federales se eligen Senadores y Senadoras (renovación del Congreso de la Unión), y se elige al o la titular del Poder Ejecutivo, la participación se ha mantenido prácticamente en el mismo piso: 62.1 por ciento en 2012 y 62.4 por ciento en 2018.
Sin embargo, en los ámbitos locales la participación no se ha comportado igual. En el proceso electoral intermedio 2021, con relación a su similar de 2015, doce entidades vieron disminuida la participación electoral con un promedio de menos 4.9 por ciento: Sonora, Yucatán, Nuevo León, Colima, Michoacán, Querétaro, Jalisco, Tabasco, Baja California Sur, Morelos, Guanajuato, Querétaro y Durango.
En tanto, en la elección general de 2018, con relación a la de 2012, los estados que registraron disminución promedio de menos 2.7 por ciento en participación fueron: Sonora, Guanajuato, Jalisco, Nayarit, Nuevo León, Querétaro, Yucatán, Durango, Veracruz, Aguascalientes, Sinaloa, Baja California, Baja California Sur, Colima, Tabasco y San Luis Potosí.
La participación y no participación (abstención) ciudadana en las jornadas electorales es multifactorial. Obedece y responde, de inicio, al “estado de ánimo” de las y los electores, el cual es movido y motivado, por citar algunos elementos, a la confianza en las instituciones electorales, punto en el que se ha avanzado a partir de las reformas electorales federales iniciadas en 1994, cuando las y los ciudadanos constataron que su voto contaba y contaba bien, que la ciudadanía sí “tiene el poder” de poner y quitar a gobernantes.
Punto nodal en la participación electoral que alienta o inhibe el estado de ánimo de los electores es el grado de competitividad entre los actores en contienda: candidatos y candidatas, así como sus respectivos partidos políticos.
La competitividad atraviesa sobre figuras o personas en contienda, su personalidad y sus respectivas estrategias, modelos y recursos de comunicación o encuentro-motivación con las y los electores.
Otro factor que incide en la participación/abstención es la relación que guardan instituciones gubernamentales, gobernantes, con la sociedad: la eficacia/ineficacia de políticas públicas, de respuesta/no respuesta a necesidades de la sociedad y comunidad, la corrupción/honestidad y transparencia, la rendición de cuentas efectiva, la atención/indiferencia a problemas sentidos como violencia, inseguridad, salud, educación, economía familiar, tocan el estado de ánimo. La comunicación pública gubernamental es clave en esto, pero si la realidad y percepción adversa se impone y la comunicación no es congruente y honesta, provoca efectos adversos.
No hay que descartar, además, lo imprevisto, lo imponderable. Errores en los factores anteriores y lo externo, como hechos que ponen a prueba al grupo en el gobierno, sea un evento natural catastrófico, el efecto de una crisis económica, etc.
En todos los escenarios, baste recordar, otros actores políticos emergen como hongos caldeando el ambiente y el estado de ánimo, aprovechando la coyuntura de competencia por el poder público para incidir en las agendas de los actores.
¿En qué situación nos encontramos? Es necesario observar, identificar y medir el estado de ánimo. ¿Qué preocupa a las y los electores?, ¿a qué le tienen miedo?, ¿qué esperan?, ¿cuáles son sus sueños y esperanzas?
El proceso electoral es una vía de ejercicio democrático (no la única), pero sí la más intensa, sea por los actores, medios y recursos que se involucran e invierten, habrá que considerar si esta vía y recurso democrático (elegir gobernantes) es significativa y si responde a lo anterior. El “Informe Latinobarómetro 2023: La recesión democrática de América Latina”, que abordaré la próxima semana, da algunas pistas, y nada alentadoras.
Por lo pronto, considero resaltar un aspecto que incidirá en el estado de ánimo de las y los electores: el cansancio provocado por anticipar abierta, irresponsable y trasgrediendo las normas (ley) para las contiendas.
Hasta finales de junio pasado, el ánimo político-electoral, aún fuera de los tiempos formales y oficiales, mostraba que la competitividad interna era sólo entre un grupo que echaba andar su estrategia para definir a su candidato/a. Pero el escenario cambió y la competitividad se amplió creando un ambiente de competitividad “fuera de una casa”.
Sin embargo, el anticipo de la contienda, fuera del marco normativo/legal, con poco más de un año de arranque, genera condiciones de desgaste y agotamiento del electorado. El impulso anímico para una decisión político-electoral que se define un día del año (jornada electoral) puede ser bajo el próximo 2 de junio de 2024.
Los actores en disputa han llevado a las instituciones electorales al límite normativo, incluso rebasarlos, provocando desgaste innecesario de las autoridades administrativas y judiciales electorales (INE, organismos públicos locales electorales, Tribunales Electorales).
Los actores político-electorales comieron ansias y endosaron sus asuntos internos a toda la población, “contaminando” y distrayendo el ejercicio público de quienes gobiernan, apropiándose de lo público y conversaciones públicas. Han llevado a las y los ciudadanos a sudar una calentura ajena que puede provocar un desprecio a ellos en el momento que los requerirán para ser electos no sólo legalmente, sino legitimados con los votos que expresen la mayoría de los y las mexicanas. Si quieren obtener el poder con el 40 ó 50 por ciento de una participación del 60 por ciento, o incluso menor, minarán, denostarán el acceso y ejercicio democrático del poder público, la soberanía.
Así que, por salud democrática de todas y todos, que los partidos, candidatos, candidatas, cierren la puerta de sus casas, resuelvan sus asuntos al interior, entre ustedes; no nos endosen su lucha interna; no nos hagan sudar calenturas ajenas; déjenos en paz, hay pendientes, ahora, de mayor urgencia como la inseguridad, encontrar a las y los desaparecidos, encontrar medicamentos, preparar a chamacos y chamacas para el inminente ciclo escolar. Por favor, limpien las ciudades de lo que no queremos ver. ¿De qué se ríen en sus espectaculares si el horno no está para bollos?