Como hace 16 años, cuando hizo lo propio, el hoy arzobispo emérito Juan Cardenal Sandoval Íñiguez, José Francisco Cardenal Robles Ortega, presentó renuncia a su oficio como residencial de la arquidiócesis de Guadalajara. Cumplió 75 años el pasado 2 de marzo, y en cumplimiento a las disposiciones canónicas eclesiásticas, entregó la respectiva renuncia por escrito a través de la Nunciatura Apostólica en México.
La respuesta, en voz del propio Robles Ortega, fue en dos momentos. Primero, de acuerdo a lo publicado por el Semanario de la Arquidiócesis de Guadalajara, en un encuentro con el Papa días después del 2 de marzo, le dijo: “Santo Padre, acabo de cumplir la edad y mi carta de renuncia la deposité en la Nunciatura, por ahí le va a llegar”. Ante esto, el Pontífice le respondió: “Vas a tener que esperar”.
Un mes después, el pasado 3 de abril, de la Nunciatura Apostólica recibió el “rescripto” de la Santa Sede, es decir, la respuesta a su renuncia. Robles Ortega confió que en ella se le comunicaba lo siguiente: “el Papa me dice que acepta mi renuncia, pero me pide que continúe al frente del gobierno de la Iglesia de Guadalajara mientras no se disponga otra cosa, no dice cuánto tiempo, pero por lo pronto así es” (Semanario Arquidiocesano de Guadalajara, 28 de abril de 2024, pág. 11).
Similar respuesta obtuvo Sandoval Íñiguez el 28 de marzo de 2008, al cumplir 75 años. Se acepta su renuncia, pero mientras no se disponga otra cosa, es decir, mientras no se designe un sucesor, se mantiene en el cargo u oficio de residencial de la Arquidiócesis. Sandoval Íñiguez permaneció hasta el 7 de diciembre de 2011, cuando el Papa, entonces Benedicto XVI, le hizo efectiva su renuncia y nombró sucesor y titular de Guadalajara a Robles Ortega, quien tomó posesión el 7 de febrero de 2012.
A partir del Concilio Vaticano II (1962-1965), a través del decreto “Christus Dominus”, sobre el ministerio pastoral de los obispos, no sin resistencias de algunos prelados participantes, se estableció lo siguiente: “[…] los Obispos diocesanos y los que en derecho se les equiparan, si por la edad avanzada o por otra causa grave se hacen menos aptos para el cumplimiento de su cargo, se les ruega encarecidamente que ellos espontáneamente o invitados por la autoridad competente presenten la renuncia de su cargo. Si la aceptare la autoridad competente, ella proveerá de la congrua sustentación de los renunciantes y del reconocimiento de los derechos especiales que les atañen” (No. 21).
Un año después de concluido el Concilio, el papa Paulo VI, el 6 de agosto de 1966 (Fiesta de la Transfiguración), mediante el Motu proprio “Ecclesiae Sanctae”, planteó “invitar” a los obispos presentaran “espontáneamente” su renuncia al oficio encomendado
Posteriormente, en 1982, al promulgarse el nuevo Código de Derecho Canónico (CDC), se recogieron esas dos disposiciones: una, a los obispos y equiparables en general, a que presenten su renuncia a loa 75 años, y quienes por enfermedad u otra causa grave hagan lo propio aun sin cumplir los 75 años.
Las disposiciones quedaron así: canon 401, parágrafo 1: “Al Obispo diocesano que haya cumplido setenta y cinco años de edad se le ruega que presente la renuncia de su oficio al Sumo Pontífice, el cual proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias”; y parágrafo 2: “Se ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio si por enfermedad u otra causa grave quedase disminuida su capacidad para desempeñarlo”.
Para el primer caso, el CDC utiliza esta expresión: “Se le ruega que presente la renuncia de su oficio”, en tanto, en la segunda, “se ruega encarecidamente al Obispo diocesano que presente la renuncia de su oficio”. Las rogativas, en el lenguaje eclesiástico, diría el canonista y catedrático de la Universidad Pontificia de México (UPM), Carlos Warnholtz Bustillos, debe entenderse en imperativo: ¡hágase!, o si lo quieren en latín, es “fíat”.
El papa Francisco, con el rescripto “Rescriptum ex audientia Ss.mi” del 3 de noviembre de 2014 y que entró en vigor dos días después, ratificó las disposiciones anteriores, pero ahora aplicables además a los miembros de la Curia Vaticana, en particular a cardenales jefes de algún dicasterio.
Con base en un registro de 309 obispos nacidos en el siglo XX, 140 presentaron su renuncia a su oficio antes de fallecer. De estos, últimos, 53 tenían 75 años cumplidos cuando se les aceptó la renuncia; menos de 75 años fueron 32 obispos, y mayores de 75 años, fueron 55 obispos, pero con un promedio de entre 2 y tres años en funciones entre que el Papa les hizo efectiva su renuncia. En sentido estricto, el episcopado mexicano ha sido observante de esta norma de presentar su renuncia a los 75 años. Caso especial fue el del obispo de Tlaxcala Luis Munive, quien “renunció” a los 80 años, pero explicable, pues en una cirugía cayó en coma, y por el requisito de que la renuncia debe ser consciente y libre, no procedía aceptar algo que no había presentado. Para gobernar la diócesis de Tlaxcala el papa Juan Pablo II nombró obispo auxiliar coadjutor (es decir, con derecho a sucesión y facultades especiales) al sacerdote tapatío, Jacinto Guerrero.
Mención y análisis especial requieren los casos de obispos que presentan su renuncia antes de los 75 años de edad, incluso con pocos años de ministerio (que por circunstancias resultan un misterio): en esa situación, con menos de 60 años de edad al presentar su renuncia se identifican 21 obispos, entre ellos: Emigdio Duarte, auxiliar de Culiacán; Francisco Espino, de Chihuahua; José Luis Fletes, auxiliar de la ciudad de México; Miguel Romano, de Guadalajara; Rogelio Sánchez, de Colima; Raymundo López, de Matamoros; Miguel González Ibarra, de Ciudad Obregón; Jesús Humberto Velázquez, de Celaya, por citar algunos.
A la fecha, con Robles Ortega, hay otros seis obispos que ya presentaron su renuncia al Papa por límite de edad y están a la espera de que se haga efectiva, es decir, que se nombre un sucesor. Ellos son: Andrés Vargas Peña, de Xochimilco; Alfonso Cortés Contreras, arzobispo de León; Alonso Gerardo García Treviño, de Piedras Negras; Domingo Díaz Martínez, de arzobispo de Tulancingo; Luis Artemio López Calzada, de Tepic; y Juan Odilón Martínez García, de Atlacomulco.
¿Cuándo se hará efectiva la renuncia de estos obispos, incluido el arzobispo de Guadalajara? Cada caso se ve en las circunstancias locales, en particular del presbiterio local (sacerdotes de esas diócesis), las condiciones de salud y ánimo de los obispos, y por qué no, el reacomodo de grupos y fuerzas al interior del episcopado mexicano. No olvidemos, además, que hay otras seis diócesis sin su respectivo obispo, lo que amplía el universo de promoción de nuevos obispos o el reacomodo de uno que otro obispo de una diócesis a otra, o asignar algún auxiliar a una de las diócesis tendrían un sucesor al hacer efectiva la renuncia o llevarlos a una de las sedes vacantes, que son: El Nayar, Nogales, Nuevo Casas Grandes, Nuevo Laredo, Tacámbaro y Tuxtla Gutiérrez.
Además, en lo que resta del año, tres obispos más cumplirán 75 años y presentarán sus respectivas renuncias: Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, de Cancún-Chetumal; Javier Navarro Rodríguez, de Zamora, Michoacán; y Mario Espinoza Cárdenas, de Mazatlán Sinaloa. Por cierto, el 9 de enero del próximo año, el arzobispo de México y cardenal, Carlos Aguiar Retes, cumplirá los 75 años. Por lo que toca a Monterrey, la nueva “líder” del Episcopado Mexicano, su arzobispo, Rogelio Cabrera López, cumplirá 75 años el 24 de enero de 2026.
Estamos pues, en el futuro inmediato, en un momento de “renovación generacional” de las principales diócesis y liderazgos del Episcopado Mexicano. ¿El cambio, más que generacional, será de perfil o en la línea y propuesta del Papa Francisco? ¿Príncipes de Palacio u “obispos con olor a ovejas”?
¿Y en el caso de la Arquidiócesis de Guadalajara? Esa se cuece aparte. Su importancia, peso y trascendencia no solo en México, sino a escala global, amerita un trato directo, atento, del Vaticano y el Papa (y no por ningunear diócesis pequeñas).
Si consideramos el tiempo que en promedio permanecen el cargo obispos que han cumplido 75 años y no se les ha hecho efectiva su renuncia, entonces Robles Ortega estaría entre dos y tres años más (mientras no se disponga lo contrario). De Robles Ortega no se conocen (públicamente) situaciones de salud que ameriten hacer efectiva pronto su renuncia, no es “problema social” para el parecer de la Iglesia, y se desconocen desavenencias con el Vaticano. Se desconocen.
Lo que sí no hay que perder de vista es que con los 75 años se abre el proceso de sucesión. Desde quienes buscarían la sede de Guadalajara, que con la Ciudad de México son referentes internacional-eclesiásticos. Bueno, Monterrey se ha movido mucho, y va a la cabeza en la Iglesia mexicana, promoviendo al mayor número de obispos de México, desbancando a la histórica Guadalajara.
¿El sucesor de Robles Ortega sería un obispo surgido y formado en el presbiterio de Guadalajara? Se ve muy difícil, pues, aunque tiene obispos auxiliares surgidos de esta arquidiócesis, para el cargo de arzobispos se busca ordinariamente a un obispo con experiencia o trayectoria al frente de una diócesis, no un auxiliar. Caso especial fue del de José Garibi Rivera, quien comenzó como auxiliar de Guadalajara (1930), pero que a los cuatro años fue hecho coadjutor (es decir, con derecho a sucesión del entonces residencial, Francisco Orozco y Jiménez), asumiendo la titularidad residencial en 1936.
A la fecha, en funciones hay ocho obispos surgidos del clero de Guadalajara. De estos, cuatro son auxiliares de Robles Ortegas: Ramón Salazar Estrada (61 años), Manuel González Villaseñor (60.4 años), Héctor López Alvarado (50.4 años) y Engelberto Polino Sánchez (58.2 años); en tanto, residenciales (al frente de una diócesis: José Leopoldo González González en San Juan de los Lagos (69.3 años), Eduardo Muñoz Ochoa en Autlán (55.6 años), José Francisco González González en Campeche (58.2 años) y Javier Navarro Rodríguez en Zamora (74.6 años).
¿Y si se busca fuera de obispos surgidos de Guadalajara, como sucedió con Juan Jesús Posadas Ocampo, del clero de Morelia, Michoacán?