La circunstancia de que millones de mexicanos emprendan un azaroso viaje para construirse en los Estados Unidos el futuro que les es negado en su propia tierra nos coloca, como nación, en una permanente situación de desventaja ante los vecinos del norte.
En principio, los países no otorgan la nacionalidad a extraños salvo en muy particulares condiciones y después de que el aspirante haya realizado un rosario de trámites ante las jurisdicciones migratorias.
Muchos de nuestros compatriotas no se adentran de manera legal en la Unión Americana sino furtivamente, llevados por organizaciones clandestinas que les facilitan la travesía a cambio de ingentes cantidades de dinero. No podía dejar de existir todo un sector delincuencial dedicado a tan redituable negocio y los clientes no son únicamente los naturales de México sino gente de todas las proveniencias que busca alcanzar el llamado “sueño americano”.
El tema, una vez afincados los emigrantes en aquellas comarcas, es que su condición de ilegales los va a condenar a una existencia de constante zozobra: en cualquier momento pueden ser detenidos por las autoridades y expulsados tras el correspondiente juicio.
Es cierto que la economía estadunidense necesita de la fuerza laboral de los mexicanos y que es precisamente este hecho el que ha llevado a que la persecución en contra de las personas sin permisos de residencia no haya sido mucho más severa y radical. Pero Donald Trump, justamente, avisa de que ya no seguirán así las cosas siendo, paradójicamente, que en su primer periodo presidencial hubo menos deportaciones que cuando gobernaron los mandatarios del Partido Demócrata.
La posibilidad del destierro es entonces mucho mayor ahora y las protestas que están teniendo lugar en Los Ángeles y otras ciudades son una respuesta a la realidad de las redadas y el acorralamiento.
Más allá de las preocupaciones humanitarias, de lo beneficiosa que sea la aportación de los inmigrantes a la economía de los Estados Unidos y de las simpatías que los mexicanos puedan despertar en los sectores liberales de la sociedad estadunidense, el hecho es que la mera solicitud de que millones de ellos sean legalizados necesita de un gran favor. ¿Trump es quien va a conceder esa suprema dádiva a un vecino que no tiene su casa en orden? Pues…