Se entienden los ataques y denuestos del oficialismo en contra del Frente Unido y, sobre todo, dirigidos a una mujer que se apareció de pronto en el escenario para cambiar sustancialmente la ecuación: el postulado no era éste, el de que la oposición contara en sus filas con tan formidable figura, sino que la suerte estaba ya echada y las elecciones de 2024 iban a ser meramente un paseo para el régimen de la 4T.
Lo que es menos comprensible es que los propios simpatizantes de las fuerzas que intentan plantarle cara a la avasalladora maquinaria del actual Gobierno cuestionen el procedimiento que tuvo lugar para designar a Xóchitl Gálvez como su representante.
¿Qué querían? ¿Qué los militantes de Morena descarrilaran la consulta del pasado domingo, que intervinieran para cambiar el sentido de los votos, que organizaran actos de provocación y que el desenlace final fuera entonces totalmente adverso y contrario a los intereses de los millones de ciudadanos que se han esperanzado con la posibilidad de un cambio?
Y, en lo que toca a la intervención directa de Alito Moreno para acortar el proceso y desactivar escenarios complicados, tampoco merece censuras, con perdón de quienes se solazan en infamarlo al hombre: ¿cuándo demonios habíamos visto aun presidente del PRI tan dispuesto a sacrificar los más inmediatos provechos de su partido para validar abiertamente a una persona proveniente de otros horizontes? Gracias a él se acomodaron los dados y… ¿todavía lo critican?
Pero, además, a los seguidores de Xóchitl que habían ya decidido a expresarle su apoyo en las votaciones organizadas por el Frente, ¿les importa acaso que el resultado final haya sido precisamente el que ellos esperaban certificar en sus papeletas? ¿No salieron finalmente las cosas como esperaban? ¿Y no es eso lo que importa realmente?
Se escucharán en la tribuna palaciega tremebundas acusaciones, desde luego, pero eso iba a ocurrir fuere cual fuere el proceso, fueren cuales fueren las formas y resultare quien resultare el ganador designado. ¿Acaso Santiago Creel no era la más clamorosa encarnación de los fifís conservadores?
Lo que acabamos de ver es un formidable ejercicio democrático para que México tenga la tabla de salvación que tan urgentemente necesita. Y Alito, con el permiso de ustedes, fue un actor principal.