Le habíamos cerrado las puertas a Iberdrola y ahora se las vamos a abrir de par en par a Iberia, qué caray. Y, por ahí, a Lufthansa para que nos lleven sus aviones de León-Bajío a Tijuana. Air France también podrá volar de Guadalajara a Cancún o de Monterrey a Aguascalientes.
Naturalmente, no les va a interesar mucho a las aerolíneas europeas el tema de cabotaje, o como se llame, porque el Viejo Continente está muy lejos y necesitarían servicios locales de mantenimiento para sus Airbus (¿Airbuses, se dirá acaso en plural?): los números no van a cuadrar.
Pero, ¿qué tal American Airlines y Delta y Southwest y Continental y United, amables lectores-viajeros? Las tenemos en la casa de al lado, a esas compañías aéreas, y así de posiblemente secundario como les parezca el mercado estadounimexicano no van a dejar pasar la oportunidad de ganarse algunos pesos de aquí para luego intercambiarlos por dólares de allá.
Uno pensaría que el tema de la “soberanía”, tan traído y llevado en el apartado de las inversiones extranjeras y la apertura de ciertos sectores presuntamente estratégicos de nuestra economía, era la madre de todos los principios consagrados en el altar ideológico de doña 4T.
Pues no, miren. Cuando toca, esos dogmas se pueden dejar alegremente de lado para reconvertirlos en acciones beneficiosas para el pueblo. ¿Qué se pretexta, al plantear el exterminio puro y simple de la industria aérea nacional? Nos dicen que hace falta mayor competencia para que bajen los precios y, de pasada, suponemos que esperan que los nuevos participantes se precipiten a usar el mentado AIFA siendo que los operadores domésticos no parecen demasiado entusiasmados con el mejor aeropuerto construido recientemente en el mundo.
El otro, el de Texcoco, iba a ser un gran centro regional de conexiones (hub, se le dice en la lengua que parlan, justamente, los accionistas de las líneas aéreas que conquistarán los cielos mexicanos) para disputarle a Panamá, a Houston y a Dallas-Fort Worth una apetecible tajada de vuelos internacionales. Pero, ya vimos cómo terminó la historia de la mayor obra de infraestructura que se había emprendido en las últimas décadas en este país.
Hoy, la gran apuesta es otra: acabar con la aviación mexicana. Parecen neoliberales, oigan…
Román Revueltas Retes