Política

¿Limosnas? No, educación y capitalismo

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El gran problema social del mundo no es la desigualdad sino la pobreza. El enojo de no poseer un Rolls-Royce o de no viajar en un Learjeat privado puede tal vez darse en algunas personas pero lo realmente ofensivo, para millones de seres humanos, es la brutal inclemencia de la miseria.

El contraste entre la vida de un millonario y la cotidianidad de un empleado bancario es real. Ocurre, sin embargo, que este último no necesariamente aspira a poseer un yate o a disfrutar de una mansión con piscina sino que puede encontrarse razonablemente satisfecho con su situación económica.

El tema, señoras y señores, no es la envida sino lo que se percibe como una descomunal injusticia, a saber, la abismal diferencia que existe entre personas que lo tienen todo e individuos que no pueden siquiera comer por falta de dinero.

Este orden de las cosas no resulta de una expropiación de recursos perpetrada en perjuicio de los más pobres –o sea, que los ricos se hubiesen repartido una gran tajada del pastel dejando meramente las migajas a los demás— sino que la cuestión sustantiva es el tamaño mismo de la tarta y las posibilidades que tienen los más desfavorecidos de acercarse siquiera a la mesa.

Las sociedades más prósperas no son las que cuentan con menos multimillonarios sino aquellas en las que la población posee las cualificaciones necesarias para poderse integrar a los procesos productivos de la economía: el bienestar y la educación conforman un binomio inseparable. Las grandes excepciones a este paradigma las observamos en los regímenes comunistas: en Cuba no sirven de mayor cosa los títulos de ingeniero o de administrador de empresas porque el Estado, justamente, ha prohibido el capitalismo. Fidel Castro exhibió una escalofriante vileza al enorgullecerse de que las mujeres de la isla, llevadas a ejercer la prostitución para mitigar un tanto las durezas de su existencia (hablando de la pobreza, miren ustedes), contaban con licenciaturas y doctorados.

En fin, más allá de la bajeza del tirano (ensalzado por sus admiradores en las filas de la 4T), el hecho es que en una economía de libre mercado la formación profesional es una herramienta indispensable para ascender en la escalera social. Y ese elemental adiestramiento es precisamente el que no tienen los pobres de este mundo. En otras palabras, para escapar a su desesperanzador destino no necesitan dádivas temporales. Requieren de un colosal programa educativo impulsado por el Estado. Y eso, con perdón, en una economía abiertamente... capitalista.

Román Revueltas Retes

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Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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