El sufrimiento de los humanos –constante y persistente a lo largo de una historia universal plagada de atrocidades— resulta del fatal dominio de los elementos naturales pero, las más de las veces, de la escalofriante crueldad de individuos de la especie que, a diferencia de los otros animales que pueblan este planeta, se solazan en infligir dolor a sus semejantes.
Un león, el felino que más pudiere simbolizar el poder, no mata por placer ni por agrandar sus potestades sino meramente por alimentarse, así sea ya el macho dominante de la manada. Un Hitler, por el contrario, no se contenta con gobernar pacíficamente a su conciudadanos ni tampoco un Stalin ejerce de manera tranquila el mando sino que siendo ambos de la más nefaria catadura, junto con todos los déspotas que han sojuzgado a los pueblos del mundo, mandan matar a quienes les plantan cara, exterminan a millones de personas, encarcelan, torturan y siembran desdicha como si el fin último de los hombres no fuera la felicidad sino la más oscura de las miserias.
Uno de los grandes enigmas de nuestras sociedades es precisamente ése, el imperio que un solo individuo –terrible y monstruoso— logra tener sobre todos los demás hasta el punto en que la única transacción posible con el tirano es el miedo, el terror de ser enviado a un campo de concentración, de acabar en una celda a la merced de brutales esbirros o de ser sometido a un juicio cuyo único desenlace es una pena descomunal.
¿Cómo es que una sola persona logra encaramarse hasta lo más alto de la jerarquía pública y sentar ahí sus fueros en absoluta e indiscutible exclusividad?
Se entiende que, en los siglos pasados, antes de que el proceso civilizatorio llevara a validar derechos y garantías,hayan predominado señores feudales, reyezuelos tiránicos y emperadores absolutos. Pero ¿hoy mismo, un Putin, un Daniel Ortega, un Maduro y todos aquellos que, en su recién adquirida condición de caudillos populistas, pretenden emularlos para ejercer sin restricción alguna un calamitoso poder personal?
¿No hemos instaurado, a estas alturas todavía, un sistema para neutralizar a esos sujetos e impedir que sigan llenando el mundo de infelicidad?