Un comentarista, ayer, en la radio, decía que Aurelio Nuño está apareciendo excesivamente en los medios y, además, que tiene que dejar el garrote para ponerse ya a gestionar la reforma educativa de verdad. Pero, a ver: ¿no es la evaluación de los maestros un primer paso, claramente establecido, dispuesto y determinado en la mentada reforma? Y la reacción en contra de esa disposición —violenta, salvaje y brutal por parte de los militantes de la CNTE— ¿no es algo que obliga al primerísimo responsable de la educación pública en este país a declarar —de entrada y, luego, las veces que haga falta, vista la tozuda intransigencia de esos profesores— que el tema no es optativo o discrecional
sino forzoso? ¿Debería el titular de nuestro ministerio de Educación quedarse cruzado de brazos (bien calladito en un rincón para que no se le acuse de improcedentes protagonismos ni se suponga que, teledirigido por su jefe, se está pavoneando para ganar puntos en la siguiente carrera presidencial) y desatender su obligación de avisar que no es negociable la realización de un trámite necesarísimo para determinar quién es capaz de cumplir a cabalidad con la tarea de educar a los niños de la nación y quién no?
Digo, no estamos hablando de cualquier cosa sino de algo que tiene una importancia suprema para el presente y futuro de la patria: la formación de niñas y niños que, por si fuera poco, se encuentran en un estado de total indefensión ante los abusos de unos burócratas envilecidos (no debiera llamárseles maestros) que, con el menor pretexto, los abandonan y los dejan meses enteros sin clases. Sujetos, además, que se comportan con una falta de civilidad que jamás debiera exhibir profesor alguno porque la figura del individuo que enseña conocimientos y transmite valores a los pequeños debiera ser absolutamente ejemplar. A esos brutos incendiarios debería de prohibírseles, a perpetuidad, volver a meter un pie en un salón de clases pero, miren ustedes, resulta que quien está intentando poner orden, salvaguardar los derechos de los infantes y sentar las bases para un mejor futuro es el que "esgrime el tolete". O sea, el represor. Ah...