Política

¡Y seguimos sin hablar de los criminales!

Un simple vistazo a los primeros artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el documento promulgado por la ONU en diciembre de 1948, bastaría para concluir, en efecto, que México padece "una grave crisis de derechos humanos", tal y como lo acaba de sentenciar Rose-Marie Belle Antoine, presidenta del organismo que sanciona estas garantías en nuestro continente.

Luego de una visita de cinco días a este país, una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) constató que vivimos aquí una "situación de extrema inseguridad y violencia; graves violaciones, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y tortura; niveles críticos de impunidad y una atención inadecuada e insuficiente a las víctimas y familiares", en palabras de la propia presidenta. La lista de los principales afectados estaría integrada por "personas en situación de pobreza, migrantes, refugiados, desplazados internos, mujeres, niños, periodistas, defensores de derechos humanos, pueblos indígenas y comunidad gay", según consigna el diario Excélsior en una nota publicada ayer.

Puestas así las cosas, México no se diferenciaría demasiado de aquellos países sojuzgados por regímenes totalitarios donde los opositores son perseguidos y torturados, las "desapariciones forzadas" las perpetra el Estado, los periodistas no pueden ejercer libremente su profesión, los defensores de derechos humanos están igualmente impedidos de realizar sus actividades y, por último, los gais y las lesbianas padecen un trato discriminatorio como el que les aplica, digamos, un tipo como Vladímir Putin a las minorías sexuales de Rusia.

Pero, entonces ¿cómo formularía la CIDH un reporte, por ejemplo, sobre la situación en Venezuela o en Cuba y en qué términos se referiría a la ofensiva de Rafael Correa contra los medios del Ecuador para diferenciar circunstancias que, hay que decirlo, son fundamentalmente distintas porque, con perdón, en México los periodistas no estamos siendo hostigados por el Gobierno ni tampoco los "defensores de derechos humanos" ni mucho menos los miembros de la "comunidad gay".

Hagamos algunas comparaciones porque, señoras y señores, cuando denuncias una situación es también muy importante señalar al responsable de los hechos: el Ayuntamiento de Moscú (no sabemos si por instrucciones de Putin o si por iniciativa propia del alcalde) prohibió la celebración de la marcha del orgullo gay, que iba a tener lugar el 30 de mayo. ¿Se imaginan ustedes que pasaría, aquí, sí el Gobierno de Ciudad de México decretara parecida proscripción? El principal opositor al régimen de Nicolás Maduro se encuentra en la cárcel, luego de ser sometido a un juicio desaforadamente parcial e injusto, junto con decenas de jóvenes estudiantes a quienes se dispensa un trato durísimo en las prisiones. De nuevo, ¿es siquiera pensable que López Obrador, así de incómodo como le resulta a los jerarcas de ese Prian que tanto se solaza en denunciar, fuera encarcelado? Por el contrario, el hombre, sacando provecho del miedo que le mete un sistema que no quiere que se le tache de "represivo", se ha permitido estar ya en plena campaña presidencial, figurando todo el tiempo en las propagandas de su partido, Morena, sin recibir sanción alguna de las autoridades electorales. Y, en lo que toca a que "mujeres y niños" figuren en el catálogo de los damnificados, ¿hay acaso alguna política oficial de segregación hacia ellos? ¿Se puede decir, de la misma manera, que los periodistas asesinados son víctimas de un Gobierno que quiere acallar sus denuncias? ¿Cómo es entonces que existen medios desaforadamente hostiles al régimen de Peña Nieto que publican lo que les viene en gana, todo el tiempo, sea cierto o no?

Los mexicanos no pensamos en manera alguna que estemos viviendo en el mejor de los mundos. Por el contrario, padecemos los estragos de la inseguridad, el azote de la violencia y las calamidades de un sistema de justicia totalmente corrompido y disfuncional. Pero, justamente, hay que señalar a los verdaderos culpables —esos criminales canallas que han mascarado a los emigrantes que viajaban hacia el norte, esos sicarios de indecible crueldad que han torturado hasta la muerte a policías federales y, sí, esos miserables que, amparados por los esbirros de las corporaciones municipales de Iguala y Cocula, perpetraron los espantosos hechos con los estudiantes de Ayotzinapa, acompañados, unos y otros, por una corte de jueces vendidos, politicastros deshonestos y funcionarios envilecidos— para que, en esas determinaciones de la CIDH que tan devastadoras resultan para México, podamos todavía establecer la diferencia entre un Gobierno que peca —muy seriamente, es cierto—de omisión y aquellos otros que, de plano, perpetran ellos mismos los abusos a los derechos humanos. Los matices importan más que nunca porque la verdad es un valor fundamental en el momento de denunciar los atropellos del poder. Pues eso.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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