Política

Las cifras de los populistas

La irracionalidad de los individuos de nuestra especie se comprueba fácilmente al observar su comportamiento de consumidores. ¿Qué compras son mínimamente razonables y cuáles de los artículos adquiridos —muchos de ellos trabajosamente o a crédito por no contar siquiera con la plata para apoquinar el importe de contado— son realmente necesarios?

Las prédicas del Presidente de la República de contentarse con un par de zapatos y un cochecito de ocasión no carecerían de sustento si privilegiáramos lo verdaderamente sustantivo en nuestras existencias y retornáramos a un orden de primigenia pureza. Pero las cosas no son así. O, más bien, el mundo no funciona así por más que nuestra naturaleza de consumidores anhelantes, previamente condicionada y calculadamente alentada por el mercado, nos aparte de la espiritualidad que debiéramos cultivar y distorsione nuestros valores al consagrar la supremacía de lo material.

Lo que ocurre allá afuera (con perdón del uso de expresiones calcadas de la lengua imperial) es que la economía necesita funcionar a todo tren para que se puedan preservar meramente los equilibrios del sistema imperante. A primera vista no se termina de entender del todo el tema del crecimiento obligatorio, pero una simple mirada a las épocas de aquellas sociedades premodernas en las que no se creaba riqueza bastaría para que advirtiéramos que el modelo de estancamiento permanente —o sea, la producción de los mismos bienes todo el tiempo— era, en los hechos, una fatal condena de pobreza para la gran mayoría de los ciudadanos. Aquí mismo lo seguimos comprobando todos los días: las carencias de millones de mexicanos resultan del flagelo de la corrupción —estamos hablando de que los recursos que recauda el Estado no se utilizan para incrementar los bienes públicos, sino que terminan en los bolsillos de nuestra cleptocracia— pero también de que sectores enteros de la población no se han integrado a los procesos productivos de la economía por la simple razón de que faltan fábricas, comercios, negocios y empresas, por no hablar también de la escasa formación profesional de tanta gente, debida al estrepitoso fracaso del proyecto educativo nacional.

Retomando el tema de la irracionalidad, tan visible en las decisiones de los compradores, esa misma desconexión de las personas con sus intereses más inmediatos se puede observar también en los votantes, en los seguidores de un líder carismático, en los fieles de las sectas milenaristas, en los negadores de la ciencia, en los propaladores de falsedades, en los fanáticos religiosos y, en general, en todos los individuos dispuestos a sacrificar sus provechos para cumplir con las exigencias del sectarismo ideológico.

De otra manera no te explicarías el advenimiento de personajes tan destructivos y siniestros como Hitler, de la caterva de genocidas que llevaron las riendas en la Unión Soviética (las olas de terror promovidas por el poder, las hambrunas y el brutal desmantelamiento de las antiguas estructuras causaron la muerte de unos 25 millones de seres humanos), de Mao Tse-Tung (responsable de 78 millones de víctimas, el tirano más sanguinario y cruel de la historia) y de otros tantos del mismo pelaje aunque menos exterminadores.

No entenderías tampoco la llegada al poder de Donald Trump y Boris Johnson siendo que gobiernan países indudablemente democráticos, pero a los cuales un prestigioso medio de prensa ya ha bautizado, junto con Putin (es un caso diferente el suyo, justamente porque proviene directamente del avasallador absolutismo soviético) y Bolsonaro (tampoco enteramente comparable con el mandamás de Estados Unidos —ni con el bufón que gobierna a los británicos— porque, no está de más recordarlo, nunca ha ocurrido un golpe de Estado en nuestro vecino país desde la instauración de su democracia en 1788 y, en lo que toca a Reino Unido, su sistema parlamentario es muy antiguo), como los “cuatro líderes de la pandemia”.

Los más nefarios dictadores se han impuesto por la fuerza y se han mantenido a punta de persecuciones, amedrentamientos y violencias. Pero aquí, en los casos de esta gente, estamos hablando de que sus potestades, con las reservas que se puedan tener en el caso de Putin, les han sido otorgadas por el pueblo soberano, lo cual es extrañísimo y no pareciera derivarse del ejercicio de las facultades garantizadas por la democracia sino, caramba, de un impulso suicida.

Y sí, en efecto, las muertes se multiplican exponencialmente en Brasil y los mismísimos Estados Unidos han sido el país con más fallecimientos. Reino Unido superó prontamente a España e Italia en el número de víctimas y en Rusia ya hay más de medio millón de contagios.

No van a reelegir a The Donald el 3 de noviembre, ¿o sí? Si fuéramos más modernos en el mundo y no lleváramos sobre los hombros la pesada loza de los nacionalismos, a Angela Merkel se apresurarían a contratarla innumerables países para encabezar sus gobiernos. Eso, desafortunadamente, no lo veremos todavía en varias generaciones. Lo que tenemos ahora es votantes embelesados con los populistas.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
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  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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