Mis Chivitas en las catacumbas de la tabla, qué caray, con tres puntitos. Han jugado tres partidos, es cierto, mientras que otros (concretamente, el Puebla y los tuneros, como les dicen a los potosinos), llevan cinco por haber disputado en viernes el primer encuentro de la quinta jornada.
Las cifras referidas son temporales, desde luego, porque este escribidor teclea trabajosamente su artículo por ahí del mediodía del sábado 16 de agosto, antes de que tengan lugar los trepidantes partidos del fin de semana. Pero el porcentaje es de cualquier manera miserable, apenas un 30 por cien de efectividad.
De seguir así las cosas –así de mal, o sea— el Guadalajara cosecharía unos 18 puntos en los 17 partidos del torneo regular, antes de que se disputen los tales Play In que doña Federación ha dispuesto magnánimamente para abrirle las puertas de la liguilla a los menos aplicados. En una muy artificiosa comparación, si el Pachuca siguiere con su triunfal trayectoria –es decir, sin conocer derrota alguna ni tampoco deslustrados empates— alcanzaría 51 unidades.
No hay registro, creo, de tan divina perfección en los censos de la Liga MX y los muy humanos jugadores del club hidalguense habrán de caer en algún momento ante el más inesperado de los rivales, sobre todo que el sello de nuestra suprema competición futbolística es la más extraña y extravagante irregularidad.
Lo de Chivas, retomando el tema, es de todas maneras preocupante y yo en lo personal me pregunto, en mi condición de tibio seguidor, si mi muy particular desencanto lo comparten aficionados más fanatizados o si su fe, como debe de ser, está por encima de todas las adversidades habidas y por haber.
Un componente particularmente inquietante de la ecuación es que se trata de un club en el que militan jugadores certificadamente mexicanos –con algunas excepciones ocurridas en ciertas circunstancias— y que el derrumbe del equipo, o la fatalidad de que no le pueda plantar cara a los mejores de la liga en la cancha, sea una sentencia al talento nacional, una suerte de condena a la mexicanidad de un equipo histórico.
Por ello mismo me pregunto por qué el Guadalajara no alcanza, a pesar de todos los pesares, el primer lugar en la adhesión de los aficionados. Digo, tratándose de una especie de segunda Selección Mexicana de Futbol.
Ocupa, con todo, el segundo puesto, por debajo de los odiosos del América. No estamos hablando de algo menor, ni mucho menos.
Pues, justamente, para responderle a los millones de aficionados y honrar la historia del club, hagan ya algo, por favor, señores directivos. Esto no puede, ni debe, seguir.