Han aparecido en Twitter algunas publicaciones sobre atletas transgénero que ganan competencias de mujeres porque nacieron hombres. O sea, que se benefician de su naturaleza primigenia de machos de la especie, una condición natural que les otorga, de entrada, más masa muscular y más fuerza.
Estamos hablando, en principio, de un asunto de desigualdad flagrantemente consentida. Pero el tema va más lejos: no sólo sería el caso de la competidora Lia Thomas (nacida William Thomas) que se impone a las demás en la natación en los Estados Unidos, sino que en las artes marciales la mera ventaja física de un peleador parido por su madre como individuo masculino de la especie humana resulta muy peligrosa para sus oponentes femeninas. Una tal Fallon Fox, la primera persona transexual en obtener la licencia de los organizadores de combates MMA (mixed martial arts) le fracturó el cráneo a Tamikka Brents, su adversaria, en una pelea que apenas duró dos minutos, en 2014. Tras el encuentro, las declaraciones de Brents lo dicen todo: “He luchado contra muchas mujeres, pero nunca había sentido la fuerza de alguien como aquella noche. No puedo afirmar si eso de debió a que mi adversaria nació hombre porque no soy médico. Lo que sí puedo decir es que jamás me había sentido tan dominada en toda mi vida con todo y que soy, yo misma, una mujer excepcionalmente fuerte. Su manera de sujetar era diferente. Por lo general puedo escapar a las llaves que me aplican otras competidoras, pero en el caso de (Fallon) Fox no me pude mover en lo absoluto”.
Nota de la R.: La referencia del autor es errónea, la misma Fallon Fox lo aclaró el año pasado en una publicación en su página de Facebook. Enterado de su yerro, Revueltas prepara una corrección que aparecerá en este mismo espacio en breve.
Más allá de las encendidas polémicas y cuestionamientos que tienen lugar en las redes sociales, las cosas deberían de estar meridianamente claras: la masculinidad de origen, en tanto que se manifiesta de manera declarada en mayor fuerza física, les otorga a las deportistas transgénero una ventaja que, en los hechos, termina siendo una injusticia perpetrada contra las atletas originariamente femeninas. Y, a partir de ahí, la participación de estas competidoras debería de estar pura y simplemente descartada.
Y, por favor, no es discriminación ni mucho menos un atropello a los derechos humanos de una minoría. Es simple equidad. Tan sencillo como eso.
Ser transgénero, hoy día, te hace merecedor de todas las garantías ciudadanas. Pero, caramba, andar fracturando cráneos no es una de ellas.
Román Revueltas Retes