La Liga MX es muy seguramente la delicia de las casas apostadoras. ¿Hubiera alguien, en algún momento, pronosticado que el Atlético San Luis se encontraría en la cúspide de la tabla general, así sea que el América, presunto beneficiario de ayudas arbitrales (como siempre señalan sus detractores, así sea que no se marquen penales a su favor o que les inventen un fuera de lugar) le esté pisando los talones?
Quienes seguimos semana a semana los avatares del torneo no sabemos ya si la flagrante irregularidad de la mentada Liga MX se debe a su tremendo y deslumbrante nivel de competitividad –los equipos estarían muy igualados en sus fuerzas, hagan de cuenta la Premier League— o a las torpezas de sus directivos, por no hablar de malas mañas.
Lo que si vemos es que se acostumbran unas prácticas descaradamente monopólicas. Los dueños han encontrado la mejor receta para cuidarse las espaldas los unos a los otros y para repartirse el pastel nada más entre ellos.
¿De qué estamos hablando? Pues, qué caray, de que no existe el castigo deportivo de bajar de división cuando los desempeños de un equipo son mediocres, por no decir miserables.
Ya habían implementado la fórmula de la tabla porcentual para asegurar que el peor de sus cofrades pudiera mantenerse en la división de arriba durante tres o cuatro temporadas. Tenía que ser malísimo el equipo, de plano, y estar una eternidad en el sótano de la clasificación para que ocurriera finalmente su descenso a los infiernos de esa segunda división que ya no sabemos siquiera cómo diablos se llama pero a la que la han inventado mentirosos calificativos.
Bueno, me actualizo, estimados lectores, así sea de mala gana: la “segunda división”, en Estados Unidos Mexicanos, se llama… ¡Liga Premier! ¡Ay, mamá! Y es, en los hechos, la… ¡tercera división! La segunda categoría del futbol mexicano ha sido bautizada como Liga de Expansión pero, miren ustedes, los dueños decidieron, por el bien del futbol nacional y para asegurar la supervivencia de los equipos más modestos, suspender el ascenso y descenso de todos los clubes durante seis años. En 2026, si no cambian las cosas para revertir tan trascendente medida, volverán a descender los pésimos de arriba y a ascender los más meritorios de abajo.
En fin, volviendo al tema de la asombrosa irregularidad de la tal Liga MX, a lo mejor es una cosa buena, después de todo. En la Bundesliga gana siempre el Bayern y en el Reino de España el trofeo se lo disputan nada más dos equipos, los consabidos Barça y Madrid.
Aquí, un club conquista el Apertura y a la siguiente temporada desaparece del horizonte. No me digan que no es algo de lo más emocionante.