El entrañable Gil Gamés (alias Rafael Pérez Gay) sigue proclamando a los cuatro vientos que es un ferviente seguidor de los Rayos, o sea, de la Impulsora del Deportivo Necaxa S.A. de C.V. (así se llama ahora el club, pacientes lectores).
Son sus nostalgias de él, naturalmente, y las rayas de la camiseta le despiertan recuerdos de cuando el equipo –de añeja tradición porque fue fundado en 1923 por William Frasser, el gerente de la antigua compañía Luz y Fuerza, devenida luego en un paradigma de ineficiencia paraestatal— era uno de los grandes protagonistas del balompié nacional al punto de que hoy, justamente, lo siguen miles y miles de aficionados a pesar de su desnaturalización por no estar ya afincado en la capital de todos los mexicanos sino haberse establecido en Aguascalientes, la apacible ciudad en la que este escribidor garrapatea sus artículos.
Los tiempos de gloria parecen haber quedado atrás, qué caray, porque los mentados Rayos cayeron ni más ni menos que a la última posición en la fase regular del pasado torneo Apertura, con 15 puntitos obtenidos luego de 17 partidos, aunque el posible consuelo para los fanáticos que idealizan la figura de un Horacio Casarín o que añoran a un crack como el ecuatoriano Álex Aguinaga es que Atlas y el muy histórico (pero paralelamente disminuido) Cruz Azul solo alcanzaron dos unidades más (17) en la parte bajísima de la tabla.
El tema, estimados lectores, es que, en estos momentos, los inmarcesibles logros de los equipos que llegaron a marcar una época ya no parecen tener mayor importancia ni significado. Y eso es una pena porque la tradición importa y la inquebrantable fidelidad de los aficionados tiene un componente inclusive conmovedor, si lo piensas, en tanto que su memoria de las gestas pasadas los convierte en los únicos guardianes de las viejas grandezas.
Necaxa, Cruz Azul y Toluca han protagonizado momentos estelares en el futbol de este país pero quedaron por debajo, en la recién terminada competición, de equipos de mucha menor prosapia como Mazatlán, Puebla y San Luis.
La nostalgia y la devoción que los aficionados llevan en el corazón no se reflejan, hoy, en el marcador. A ver cómo se acomodan las cosas en este Clausura y a ver, también, si revive la llama de esos antiguos grandes.