Premonitorio, el bardo zacatecano Ramón López Velarde escribió en La Suave Patria: “El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros del petróleo el diablo”. Muchos literatos alcanzan a ver muy lejos con su percepción sensible de la realidad.
El vandalismo callejero generado desde las cúpulas del poder con el gasolinazo es un juego de niños comparado con el saqueo de la riqueza pública que viene haciendo desde hace muchas décadas el gobierno federal. Los demonios andan sueltos. La cleptocracia no tiene límite alguno más que la que impone su propia ambición. El saqueo gubernamental es pantagruélico, no tiene llenadero. La cleptocracia –el poder de los ladrones– significa un gobierno corrupto y ratero con base a la impunidad conferida por la fuerza del poder del Estado. La cleptocracia “es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico”. Es la definición de Wikipedia. Más aún: “En una cleptocracia, los mecanismos del gobierno del estado se dedican casi enteramente a gravar los recursos y a la población del país, por medio de impuestos, desvíos de fondos, etc. Los dirigentes del sistema amasan grandes fortunas personales, en especial el presidente… junto a los más allegados como los ministros, gobernadores, alcaldes y asesores personales. El dinero es lavado o se desvía a cuentas bancarias secretas, por lo general en paraísos fiscales, como encubrimiento del peculado o robo. Las economías de los regímenes cleptocráticos tienden a decaer constantemente… las economías basadas en la extracción de materias primas (ejemplo, los minerales y el petróleo) pueden ser particularmente propensas a ser cleptócratas”.
La profunda corrupción penetra casi todas los poros del Estado y sus entidades públicas. En la marcha multitudinaria del sábado pasado en Guadalajara en repudio al gasolinazo, frente al edificio de la ex Rectoría y la torre administrativa de la Universidad de Guadalajara, retumbó el clamor: ¡Fuera Raúl! ¡Fuera Raúl! Repudio popular al cacique. En un comunicado de ayer, el Comité Universitario de Análisis en Hacienda y Finanzas Públicas se manifestó públicamente sobre el “incremento en el precio de la gasolina exige sensibilidad social y responsabilidad política”, y aunque en lo general podemos estar de acuerdo con el desplegado, la última de las 10 propuestas raya en el cinismo absoluto: “Un compromiso efectivo con el combate a la corrupción” ¡Pero si el saqueo del dinero universitario ha sido constante en las últimas tres décadas por la cleptocracia padillista! Una de las consecuencias nefastas, además de la crisis académica, son los miles de jóvenes estudiantes rechazados por la burocracia universitaria obedeciendo el consenso neoliberal.
Desde una perspectiva histórica y mundial, hace más de un siglo el uso irracional de los combustibles fósiles empezó un proceso de calentamiento planetario que pone al borde de la extinción a la humanidad. El uso social irracional capitalista de las fuerzas productivas viene causando la catástrofe mundial de proporciones apocalípticas, de ahí la necesidad urgente de saltar a otra etapa social de la humanidad para su sobrevivencia. El uso insensato, irrazonable, de los combustibles fósiles genera este calentamiento atmosférico, pero también, como motor energético de la economía mundial, genera profundas contradicciones y crisis económicas como la que padece nuestro país agravadas por la corrupción gubernamental durante largos sexenios. La historia de la economía petrolizada incluye un extenso capítulo sobre la corrupción en Pemex, en el sindicato petrolero, las secretarías de Hacienda y de Energía. Isabel Turrent, en su artículo de hace un año en Letras Libres escribió: “López Velarde tenía razón. Fue el diablo el que le escrituró a México los veneros de petróleo. Desde el descubrimiento de grandes yacimientos en los albores del siglo XX, el petróleo ha sido fuente de riqueza y también de conflictos interminables, corruptelas, guerras ideológicas, alianzas non sanctas y crisis. El último y muy reciente ciclo en la historia de nuestros hidrocarburos, que empezó con la aprobación de la reforma energética del actual gobierno y terminó con el desplome del precio del petróleo en la segunda mitad de 2014, parece parte del mismo guion”.
En marzo de 2014 escribí en estas páginas ¡Por la defensa de la soberanía energética!: “En México, 4 de cada 10 personas no tiene dinero para comprar alimentos según el reporte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Uno de cada cinco habitantes vive en extrema pobreza y uno de cada dos en pobreza. Esta situación es producto de las políticas privatizadoras neoliberales desde 1982, y seguramente se agravará más con las “reformas estructurales” impuestas por el pripanismo y el perredismo mediante el Pacto por México de Enrique Peña Nieto. La llamada reforma energética es la privatización de los recursos petroleros en beneficio de la oligarquía local y extranjera… Dicen que uno de los derivados más importantes del petróleo es la corrupción, tan profunda como un pozo de hidrocarburos… Los gobiernos neoliberales han venido saqueando, descuartizando y desfalcando a Pemex para presentar a la opinión pública su “argumentación” de que Pemex necesita “cambiar de régimen”, eufemismo para privatizar la empresa más importante del país y de América Latina. Si Pemex… se preserva como patrimonio nacional y no como empresa privada, son los trabajadores petroleros quienes garantizarán esta condición… La lucha por la soberanía nacional pasa una necesaria reestatización de la industria energética, principalmente de la petrolera”. Este domingo 15, a las 10 AM en La Minerva ¡No al gasolinazo!