Política

Perspectivas del crecimiento económico de México

  • Columna de Rogelio Montemayor Seguy
  • Perspectivas del crecimiento económico de México
  • Rogelio Montemayor Seguy

Al hacer referencia a las expectativas de crecimiento de la economía mexicana para el corto y mediano plazos, conviene recordar que en 2019 se registró un crecimiento algo menor a cero por ciento, que en 2020 la caída fue de alrededor de 9% y que los lustros recientes la tasa correspondiente fue, en promedio, alrededor de solo 2% por año. 

Este pobre desempeño indica que algo está mal estructuralmente en la economía de nuestro país. 

La pandemia es un factor que solo ha venido a exacerbar una condición de suyo grave al afectar severamente nuestro mercado interno y, en menor medida, el externo.

En un contexto de corto plazo, el pronóstico de crecimiento de la economía mexicana, de la Secretaría de Hacienda, para este año, es de 4,6%. 

En opinión de esta dependencia será determinante la evolución de la pandemia, específicamente en el sentido de que si, mediante el proceso de vacunación lograra reducirse significativamente el número de contagios y se atenuaran, por consiguiente, las medidas que restringen la actividad económica, se podría alcanzar una tasa de crecimiento algo mayor; Hacienda no especifica cuánto más. 

Sin embargo, por una parte, se ha observado la intensificación del alcance de la COVID-19, en México como en muchas otras naciones, en las semanas recientes; por otra, todo indica que la vacunación se realizará a un ritmo mucho más lento que el anunciado por el gobierno. 

No obstante estas dos condiciones, la Secretaría de Hacienda no ha modificado a la baja su pronóstico.

El Banco de México es algo menos optimista; prevé una tasa de crecimiento de solo 3.3% para 2021. 

Esta cifra la condiciona, al igual que la Secretaría de Hacienda, a la dinámica de la pandemia. 

El optimismo de los mercados frente a la vacunación y la reactivación de las actividades económicas podrían dar lugar, de acuerdo con Banxico, a una tasa de hasta 5.3%. 

El Banco hace un señalamiento que parece muy importante. 

Además de subrayar el papel determinante de la pandemia, considera el efecto positivo que tendrá sobre la economía mexicana la favorable evolución de la economía externa, es decir, la de Estados Unidos, esperada para este año; el señalamiento es importante porque quiere decir que el crecimiento dependerá de estos factores coyunturales y no de cambios estructurales en los que variables como la inversión desempeñarían un papel importante.

La expectativa de crecimiento del Fondo Monetario Internacional no es muy diferente a la del Banco de México, es de 3.5%. 

El Fondo atribuye este lento ritmo de recuperación a tres factores. 

Primero, no se atendió adecuadamente la pandemia y esto ha hecho que haya tenido un alcance mayor que el que habría tenido si se hubieran adoptado otras medidas, como la realización de un número sustancialmente mayor de pruebas, que habría permitido contener el número de contagios focalizando mejor las acciones de prevención y curación. 

Segundo, no se ha recurrido a una política monetaria más expansiva, a pesar del margen que brindan la existencia de un nivel relativamente alto de capacidad ociosa, la baja tasa de inflación subyacente y la estabilidad reciente del tipo de cambio; todo ello en el marco de una política fiscal conservadora. 

Tercero, tampoco se echado mano de programas gubernamentales de apoyo a los sectores más afectados, no obstante el acceso expedito a financiamiento con que cuenta México, a tasas sustancialmente reducidas, y el comparativamente bajo nivel de endeudamiento del gobierno. 

Por su parte, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, y CityBanamex prevén un crecimiento de 3.4%, 3.8% y 3.5%, respectivamente. 

Esto es, todos los pronósticos, excepto el de Hacienda, oscilan alrededor de 3.5%, por lo que se puede suponer razonablemente que el crecimiento en 2021 será de ese orden.

Hasta aquí lo que se refiere al corto plazo, a 2021. Cabe preguntarse ahora cuáles son las perspectivas económicas para el mediano plazo. 

No hay motivos para esperar que la política económica se modificará en los próximos años. 

Las políticas fiscal y monetaria mantendrán su carácter conservador; el gobierno reitera constantemente su compromiso de no contraer más deuda; insiste en que no habrá aumentos de impuestos ni nuevos impuestos, es decir no habrá reforma fiscal y, por consiguiente, no habrá más recursos gubernamentales para implementar cambios estructurales que mejoren las perspectivas de crecimiento, por ejemplo mediante una mayor inversión pública en obras de infraestructura y en el mejoramiento de la calidad de los servicios de educación y salud. 

Si esto es así, sería sensato esperar que México mantendrá su mediocre crecimiento de 2% anual que ha experimentado durante ya muchos años, en cuyo caso en 2024 se registrará aproximadamente el mismo PIB que antes de la pandemia, pero un PIB per cápita 7% menor. 

Si suponemos que este último crecía 0.5% por año, en promedio, y que la población crecerá 1.5% por año de 2020 a 2024, esto significaría que en ese último año el país tendrá un PIB per cápita parecido al de veinte años antes.

Si a lo anterior se añade la incertidumbre que este gobierno ha infundido en los inversionistas y la manera como ha minado su confianza en las instituciones, con medidas como la cancelación del NAIM y de la planta de Constellation Brands, la eliminación de facto, de la reforma energética, la captura o desaparición de órganos autónomos y la asignación de cuantiosos recursos a proyectos de muy dudosa rentabilidad, podemos esperar que no se alcance siquiera ese 2%.

Este desganado desempeño económico puede aliviarse en alguna medida si Estados Unidos recupera un buen ritmo de crecimiento. Puede ocurrir en el corto plazo porque el presidente Biden está en condiciones de implementar dos medidas que ha anunciado, una, acelerar el abatimiento de la pandemia y, otra, poner en marcha un muy importante programa de apoyos económicos, que tendría el efecto de incrementar eventualmente la demanda de productos mexicanos, finales e intermedios.

Pero el país no puede estar atenido a esto. Ya vimos que la recesión de 2019 en México tuvo lugar al mismo tiempo que la economía estadounidense crecía 2.3%.

Hay, pues, fundadas razones para el pesimismo.

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