El 8 de julio murió Luis Echeverría a los cien años, de edad.
Uno de los presidentes, de la segunda mitad del siglo XX, más señalado por los críticos y sociedad mexicana como pernicioso.
Le tocó participar en dos administraciones que endurecieron la política interna de los últimos gobiernos que se enmarcaban en el nacionalismo revolucionario, con una práctica política que le costaba mucho ser democrática y se tornaba abiertamente autoritaria.
Venían ya de vivir como funcionarios de la administración, los enfrentamientos del gobierno mexicano contra los movimientos ferrocarrilero, magisterial y médico y con el inicio de las guerrillas de Cabañas y Vázquez.
México tenía compromisos deportivos muy costosos como la Olimpíada del 68 y el Mundial de Futbol de 1970, pero sobre todo una crisis por la tolerancia agotada en la educación superior que exigía una reforma que modernizara la práctica pedagógica y la libertad de cátedra, el incremento en la matrícula y la mejoría salarial de los docentes del sistema educativo nacional.
Todo en el marco de la guerra fría y los inicios de la notoriedad de los países que se denominaron emergentes o del tercer mundo.
Como secretario de gobernación fue corresponsable de la matanza de Tlatelolco, porque no se opuso a Díaz Ordaz, ni recriminó el hecho, por obvias razones; pero exhibió su proclividad a la represión cuando siendo presidente, ordenó los actos del jueves de Corpus, el acallamiento de la prensa, como el Excelsior y el control de papel para la prensa a fin de mantenerla bajo vigilancia; el absurdo intento de prohibir la producción y grabación del rock nacional, a raíz de las críticas de la sociedad conservadora a lo sucedido en Avándaro y otros hechos negativos que a su muerte, llenaron de comentarios los columnistas y otros medios.
Se borró por completo la otra cara de la moneda que la objetividad exige, como la creación del INFONAVIT, el FONACOT, reivindicación para los trabajadores; y sin duda para compensar a la juventud, fundó el CONACYT, la UAM, el CONAFE; la matrícula de licenciatura pasó de 256 752 a 545182; el número de escuelas de 400 a 646; las carreras profesionales de 113 a 206; los profesores de tiempo competo de 26 485 a 47 832; el posgrado de 6461 a 18 944; para internacionalizar el comercio mexicano fundó el IMCE e impulsó el SELA.
Así fue.