La mayor riqueza de una nación son sus niños, de ellos dependerá su supervivencia a mediano plazo, y será exitosa si la generación actuante entiende que las oportunidades dependerán de nuestras acciones en el aquí y el ahora.
Sin duda la responsabilidad es nuestra porque dependen de la decisión de generar las condiciones de bienestar para una vida sana y exitosa donde es prioritaria la salud, sostén de vida.
Hasta que el hombre no descubrió las vacunas, cada generación perdió miles de niños por enfermedades hoy previsibles si los gobiernos destinan suficiente dinero para producirlas y aplicarlas universalmente como un derecho fundamental e ineludible de la niñez.
Por supuesto que la alimentación es el otro factor de supervivencia, así como la salubridad del medio donde se desarrollan, problema más complejo asociado al combate a la pobreza, la miseria y la marginación.
México por muchos años fue construyendo un sistema de vacunación que logró destacar mundialmente, hasta hace seis años y medio en que criminalmente dejó sin vacunar a millones de niños por destinar los recursos a obras faraónicas.
Con la educación para la salud en pro de una dieta balanceada México igualmente ha quedado rezagado y en este renglón es más notorio el fracaso si consideramos que desde hace tiempo es una nación sumida en la obesidad en general pero más en la niñez a muy temprana edad.
Sin desarrollar una política que erradique estos problemas se ha sentenciado ya para el futuro costos millonarios para atender a una sociedad enferma en muchos rubros que afectará la vida familiar, social y económica de la nación, porque no habrá dinero para atender a una sociedad que requerirá medicina social más amplia, efectiva y cara dada la fragilidad económica de las familias, y de la nación en atención que será una medicina remedial y no preventiva por la falta de visión y sobra de demagogia del gobierno actual que desde hace seis años se propuso destruir lo que la nación había construido en tantos años, no sin fallas por la corrupción que sigue galopante.
No tardará la sociedad en entender la ruta de destrucción que seguimos al no atender a nuestra niñez ni con un sistema de salud preventivo, ni con un sistema educativo eficaz y eficiente en favor de la potencia intelectual libre y científica que ha de formarse en nuestros niños.