Siempre hay un meme para comenzar una discusión. En este caso es el de “rockeros de antes starter pack”. Uno realizado para evidenciar cómo una generación de escuchas sigue consumiendo la misma música de hace 30 años mientras desprecia lo que ahora se produce. También odian a muerte a Bad Bunny.
Yo no tomo partido. Me gusta el pasado y el presente. Lo que no me gusta son las bandas de covers y los Beatles. En fin, “la música ya no es como antes”, es lo que argumentan. Lo que cambió fueron los medios de consumo. Esa es mi generación, el DIY: do it yourself (hazlo tú mismo).
Me tocó habitar las viejas tiendas de discos así como también chatear con extranjeros para descargar discos que nunca hubiera conseguido en México. La gente que conocí sobre los escenarios tampoco lloraba la muerte de Freddy Mercury pero sí la de Kurt Cobain. El estereotipo del rockstar inalcanzable y mujeriego se debilitó al mismo ritmo que la democracia.
En el libro From the graveyard of the arousal industry, la autobiografía de Justin Pearson, bajista y vocalista de varias bandas experimentales de hardcore desde principios de los noventa hasta ahora, narra su camino de ser un esquelético punk bulleado hasta ser un esquelético frontman dueño de la disquera independiente ThreeOneG.
No hubo exceso de drogas ni contratos millonarios de multinacionales, pero aún así se construyó así mismo un aura de ícono. Abandonó el vacío misticismo que cargaban algunas estrellas rock del momento y se fue por el camino empedrado de la industria musical. Lejos del glam y la cocaína.
Una cualidad de Pearson fue perseguir la originalidad y reconocer cuándo abusaba del plagio. Tantas propuestas similares que trascienden ahora por haber sido parte de la agenda prime time del consumo sónico y que hoy sobreviven sólo en ensayos de bandas de covers y en playlists de nostalgia. Este esquema de desprecio es común en todas las áreas creativas. Suponen que todo lo nuevo es malo y peor aún si es en español.
Personajes como Justin Pearson son el virus de la industria musical. Producen y crean música a destajo, entes sin o con consciencia que maquilan discos año tras año sin resentir las pérdidas porque nunca han ganado algo. Sólo existen en las múltiples ramificaciones del rocanrol.
El 13 de julio se celebró el Día Mundial del Rock y hasta este año supe que existía la fecha, mucho menos supe cómo conmemorarlo. La pasé como cualquier otro día de la cuarentena: puse un disco de King Lizzard and the Gizzard Wizard y recordé los tiempos en que el slam no era antisanitario.