Política

No nos vencerán

En días pasados la Presidenta fue a Sinaloa a decir que “no nos vencerán”. Oficialmente estaba hablando del combate a la delincuencia, pero al estar flanqueada por el gobernador Rocha Moya, justo cuando Ovidio Guzmán sellaba ante las cortes de Chicago su colaboración con la fiscalía gringa, más pareció un gesto de solidaridad con el narco que otra cosa.

A pesar de haber ido a inaugurar un hospital, Sheinbaum no aprovechó para aludir a Dinamarca, sino que reclamó las declaraciones de Jeffrey Lichtman, el abogado de Ovidio, quien la acusó de querer inmiscuirse en las negociaciones de su cliente con el Tío Sam a pesar de fungir como “publirrelacionista de los cárteles”: “Son irrespetuosas totalmente de la institución presidencial… Nosotros no establecemos relaciones de contubernio ni complicidad con nadie. Eso lo sabe el pueblo de México y lo saben todos”.

Pues no, la verdad que así clarito, clarito, no nos queda. Porque no podemos olvidar que Rocha Moya, como lo escribió en una carta desde la cárcel el mismísimo Mayo Zambada, estuvo presente en la reunión de la noche del 25 de julio pasado cuando Joaquín Guzmán Jr. le tendió a su antes socio la emboscada del siglo, la misma cuando fue asesinado el rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén, y el gobernador intentó un fallido montaje para ubicar el crimen en otro sitio y endilgárselo a otras causas. Cuando nos enteramos del desaguisado no sólo no se fincaron responsabilidades, sino que fueron en caravana desde Palacio Nacional a darle todo el apoyo al perpetrador. Como hasta la fecha.

Tampoco se olvidan las frecuentes visitas del expresidente vitalicio a Sinaloa, su besamanos a la mamá de El Chapo ni su orden de liberar a Ovidio en el Culiacanazo. La Presidenta, aunque claramente ha descartado el indignante abrazos no balazos de su predecesor y mentor, parece seguir la tradición sinaloense al dedo: cuando la carta del Mayo, Sheinbaum fue a Sinaloa. Ahora que Ovidio acaba de firmar su promesa de decir todo lo que sabe, ella regresa a Sinaloa, y encima se da el lujo de rematar su gira en el único estado del país donde a la gobernadora le retiraron la visa por sus contubernios con el crimen organizado.

Por imposible que sea hacer a un lado la obvia y estrecha relación entre Morena y el Cártel de Sinaloa, hay que preguntarse: ¿a quién demonios se le ocurre que es una estupenda idea que la Presidenta se declare virgen y mártir mientras se placea con dos reconocidos narcogobernadores al tiempo que los grandes capos del país amarran acuerdos con Washington? ¿Por qué la mandataria que nos restriega una y otra vez la alteza de su investidura se rebaja a contestarle personalmente a una secretaria de Estado y a ponerse al tú por tú con un litigante cuando la acusan de cómplice y de corrupta? ¿Qué la científica no tiene canciller, secretario de seguridad ni vocero? ¿De verdad pusimos a semejantes palurdos balbucientes a enfrentar la doble amenaza existencial del narco y la desestabilización desde la Casa Blanca de Donald Trump?

Ojalá no fuera pregunta retórica.


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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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