Política

El destape de Alito Moreno

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En una acción completamente inusual, López Obrador tuvo que salir a anunciar que hubo un error. Sobra decir que no lo anotó como suyo —se acabaría el mundo—, ni de su Rasputín en la vocería; fue de “una trabajadora del área de comunicación social del gobierno”, dijo el Presidente, como si eso resolviera la pifia. El asunto es que el pasado viernes alguien, desde la cuenta oficial del gobierno federal —@GobiernoMX—, le anunció al mundo que Alejandro Alito Moreno tenía abierta una indagatoria por cinco delitos federales, entre los cuales están lavado, enriquecimiento ilícito y defraudación fiscal. La revelación no la hizo la FGR, ni la Fiscalía de Campeche, a quien el Presidente atribuyó el expediente, sino el gobierno federal.

El anuncio fue borrado a minutos de haber sido lanzado, pero el daño estaba hecho. Porque, a pesar de las excusas presidenciales, el tuitazo no fue ningún error, más allá de haber admitido lo evidente: la crasa politización de un aparato de justicia al servicio de las vendettas personales de López Obrador. Ante las preguntas de la prensa, el Presidente dijo que hubo un chismecillo desde la fiscalía aludida, que ellos se enteraron sin querer queriendo y que “alguien” —la despistada muchacha de la excusa— lo subió indebidamente a las redes.

López le achacó asimismo a la fiscalía campechana —esa que parece tener de vocero al Presidente, porque el titular, Sales Heredia, no ha dicho ni medio pío— la retención de Moreno en el aeropuerto al regreso de su gira triunfal por Europa, donde fue a todas las instituciones políticas de postín que se cruzaron por su camino a decir que López Obrador es un gobernante autoritario, acosador y censor de toda crítica u oposición; para darle la razón el denunciante fue recibido con una alerta migratoria nomás pisando territorio nacional. El Presidente confirmó que fue una represalia cuando quiso enfatizar que no lo fue, remarcando que Moreno “está en su derecho de ir a denunciar lo que quiera, no pasa absolutamente nada”.

Pero sí pasó. Lo que el tuit de marras puso en evidencia es que Moreno, como muchos otros clientes de la actual procuraduría, no está siendo perseguido por corruptazo, que sin duda lo es, sino por opositor, de la misma manera como Delfina, Bartlett, Pío, Monchito, Florencia y una larga lista de ineptos y de cleptócratas en la órbita de AMLO también lo son, pero con la misma enjundia son cotidianamente exonerados, justificados y apuntalados por el Presidente. Y es que, como dijera Roosevelt, sin duda son unos rateros, pero son sus rateros.

El asunto aquí es que Moreno podría haber regresado a México sin que nadie se hubiera percatado de no ser porque el rencor vivo que tenemos en la Presidencia está catapultando a quien hasta ahora se ha negado a ser su ratero al pedestal de la víctima atacada desde el poder. López Obrador debía saber mejor que nadie que ese es el camino óptimo para convertir a un político de medio pelo en un candidato con posibilidades. En lo que parece una repetición de aquel desafuero, lo que aquí falta ver es de qué cloaca sale más estiércol.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Notivox (Notivox Monterrey y Notivox Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Notivox Diario con su columna Artículo mortis
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